Bitácora de Sergio Casado

domingo, 30 de diciembre de 2012


Unos días enfermo, embarullado. Esta mañana, recogí un rato mi cuaderno blanco, en el que apunto cosas. Intenté encontrar algo que me sirviera de puntal para terminar el año, de trampolín para el siguiente. Me encontré con algo escrito exactamente hace un año, el treinta de diciembre del 2011. Decía esto: “La importancia de leer más que nunca, ver buen cine, escuchar buena música, la respuesta de la dignidad frente a la ignorancia y la estupidez, apartarse del mediocre que no aspira a mejorar sino a a su propio pesebre, la importancia de la feroz resistencia ante cualquier desánimo que nos asalte”. Con esto, y Stevenson, veremos como aparecemos en el 13.


Con un poco más de paciencia y un poco menos de mal humor podría encontrarse un sistema más prudente y amable para resolver casi todos los problemas, ...”
(de “Sermón de Navidad”, Robert Louis Stevenson)

jueves, 13 de diciembre de 2012


Más libros. Aquí y allá. Poemas en una búsqueda sin ton ni son. Mi vagabundeo. Firmo en la Biblioteca de Aragón, la que desearía abriera 365 días al año, contra el recorte. Ahora cerraran durante los sábados del próximo año, que tiene un presupuesto de cero euros para comprar nuevos libros. El panorama es cada vez más oscuro. Tomo prestados “Noche de los enamorados”, de Félix Romeo y “Confesión”, de Tolstoi, para releerlo. El refugio de la lectura y veremos por donde salimos.


"La vida de nuestra clase, la de los ricos y los sabios, no sólo se volvió desagradable para mí, sino que perdió todo sentido. Todos nuestros actos y pensamientos, nuestra ciencia, nuestro arte, se me revelaron como una nueva complacencia. Comprendí que allí no era posible encontrar un sentido. Los actos del pueblo, trabajador, de aquellos que crean la vida, se me presentaron como el único camino posible".
(de "Confesión", Lev Tolstoi)

sábado, 1 de diciembre de 2012


Sobre el disfrute de los lugares desagradables”, de Robert Louis Stevenson. Un ensayo que encuentro en una recopilación de Siruela, que también contiene divagaciones sobre caminos y caminatas. En medio de cierzos que cortan, siempre queda el recodo de un Café, de las páginas de un libro. Me quedo con un par de frases luminosas.


Porque cuando se nos coloca en un barrio feo, y, sobre todo, si nos hemos vuelto más o menos dependientes de lo que vemos, debemos proponernos descubir cosas bellas con la pasión y la paciencia de un botanista en pos de una planta rara.”


... El placer estaba en alejarse del viento, sin olvidarlo en ningún momento, y acurrucarse en el refugio.”
(de “Sobre el disfrute de los lugares desagradables”, Robert Louis Stevenson”)

Días de frío. Mañaneos de cierzo. En las bibliotecas busco algún párrafo, me distraigo a menudo del camino recto. De la biblioteca de la Facultad de Derecho, me deslizo a la María Moliner. Me voy por los cerros de Úbeda. Las palabras de estos días son Gao Ping, mafia, preferentes, Bankia, Caja3, despidos, fusión. Cojo aire: desconcierto, suicidios, Iberia, sanidad, privatizaciones, subcultura, Wert. Paro. FROB. Ollie Rehn. Ajusto mi bufanda y mi abrigo y de nuevo me enfrento a esta ventolera, con café y libros.


VISTA CANSADA
No achaques a tu edad,
este desinterés, la indiferencia
-casi desdén-
con que hoy miras la vida.
No culpes a tus ojos fatigados.


La fatiga
no está en los ojos que miran,
está en todo lo que ven.
(“Vista cansada”, de Ángel González)

lunes, 26 de noviembre de 2012

El puerto de la Luz


Cuando menos lo esperas, un párrafo espléndido en un rincón escondido. Un autor que no has transitado a fondo, pero con rincones y textos que merecen explorarse. Hay que buscar constantemente puerto para recobrar fuerzas, un Puerto de la Luz como el que se describe en el “Cuaderno de Godo” de Aldecoa, autor viajero y aventurero.


... Entran los grandes barcos y se alimentan del oleoducto. Barcos de todos los continentes. Petroleros y cargos y trasatlánticos de pasaje. Un barco está pintado de un delicado color violeta hasta la línea de flotación; del violeta que usan algunas señoras mayores en las decimonónicas cintas del cuello. Un petrolero gris azulado se despide con un largo sirenazo. En el Puerto de la Luz los colores de los barcos tienen una fuerza y un temblor especiales. Las grandes letras naranjas de un barco holandés alegran el ojo del que las mira. Un cargo inglés muestra bajo la línea de flotación cuatro pies de pintura verde esmeralda. Pero el traje común de la mayoría es negro hasta la línea de flotación, rojo desde la línea hasta la quilla. Los barcos siempre visten de sport.”
(de “Cuaderno de Godo”, Ignacio Aldecoa)

domingo, 18 de noviembre de 2012


Días de despidos masivos, de seguir con el saqueo. Así lo hemos querido. En Iberia, en el diario “El País”, en el derrumbe de una frágil muralla que pensábamos era de grueso ladrillo y era sólo de barro. Mientras sigue cayendo la que está cayendo, ando leyendo la autobiografía de Rafa Nadal, no sé si idea suya o de algún editor avispado. Parece hecha a todo correr, encargándola a un tipo con estrella, John Carlin. Aquí hay párrafos plomizos, cansinos, describiendo el juego, pero en ocasiones hay también reflexiones del propio Nadal, uno de los grandes tenistas de la historia, que brillan, que son el verdadero zumo del que se puede sacar algo. La filosofía del aguante impuesta por Toni Nadal es una de ellas. Un libro prematuro pero que me trae un rato de entretenimiento antes de pasar a lo siguiente.


La misión de Toni era, como siempre, encontrar las palabras justas para la ocasión. Pero esta vez dudaba. Más tarde admitió que, cuando se puso a llover en aquel quinto set, se había resignado a verme perder. Procuró poner una cara resuelta, se esforzó por reprimir lo que en realidad sentía y me soltó un breve sermón que ya había oído en anteriores ocasiones y que pronunció mecánicamente, de eso me di cuenta.
Mientras yo estaba sentado en el banco, se inclinó hacia mí y dijo:
Mira, por pequeña que sea la posibilidad de ganar, lucha hasta el final. La recompensa es demasiado grande para que no te esfuerces. Muchas veces, los jugadores, por desánimo o agotamiento, no presentan la batalla que exigen las circunstancias, pero si hay una posibilidad, sólo una, lucha por ella hasta que todo esté perdido. Si consigues que el marcador llegue a estar 4-4, no será el que mejor juegue el que gane, sino el que mejor controle sus nervios.””
(de “Rafa. Mi historia”, Rafa Nadal & John Carlin)

viernes, 9 de noviembre de 2012


Búsqueda de textos, de líneas, de ese párrafo escondido. Hay que revolver y revolver paja para buscar ese grano que puede andar donde menos lo esperas. Escuchar buena música. Intentar apartarse de la obsesión económica general, esa que hace que en estos días la gente se tire por la ventana y parezca que no pasa nada. Es una sociedad muy enferma. Todos los estamos. Es como una gran gripe general por culpa del dinero. Hay que arroparse con libros. Muchos libros. La educación, la mejor educación posible, la formación de uno mismo, la lectura permanente, el estudio de idiomas, la lucha permanente por la dignidad, por ser independiente, no otro borreguito.


La vieja mano/ sigue trazando versos/ para el olvido”
(de “Diecisiete Haiku”, Jorge Luis Borges)


lunes, 5 de noviembre de 2012


Muchos libros por leer. Consecuencias del libro electrónico, un juguete que distrae en estos días con más lluvia de la habitual en Zaragoza, con fríos que vienen y van pero que llegarán con más fuerza en cualquier momento. Mañanas con buenas raciones de absurdas clases, pero con alguna gota de humanidad en la otra cara de la moneda. Tardes para buscar alguna línea, mía, ajena. Unas nueces con chocolate y café para coger fuerza. Un partido de baloncesto, una película, un poco de música o unos versos de Borges.


... Ahí están en los altos anaqueles, / cercanos y lejanos a un tiempo, / secretos y visibles como los astros. / Ahí están los jardines, los templos.”
(De “El guardián de los libros”, Jorge Luis Borges)


viernes, 19 de octubre de 2012


La crisis de cada uno de nosotros, de lo que nos rodea, del derrumbe, nos afecta de muchas maneras. El cuestionamiento de una manera de vivir está ahí, pero parece no calar. Sigo con Auster, con “Sunset Park”, llave secreta a los escondidos, perdedores a los que no se quiere ver. Los inadaptados y el afecto con que Auster los retrata, la flema con la que aguantan la riada. La matraca de Auster es a veces cansina, pero otras veces brilla. En “Sunset Park” hay ambas cosas. Hay que buscarle y buscarle en las páginas de sus libros.


... Sunset Park, ese chamizo destartalado acabará demolido y borrado de la memoria, y lo que estás viviendo ahora se perderá en el olvido, ...”
(De “Sunset Park”, Paul Auster)

sábado, 29 de septiembre de 2012


Se fue el septiembre estupendo y llegan unos días oscuros, de lluvia. Por las mañanas voy a la universidad. Por las tardes leo mientras espero que el tiempo aclare. O no aclare y haya que recogerse más. Aunque uno se quede quieto, en casa, leyendo, con un buen café, quizá comiendo alguna galleta, puede uno andar en pleno desconcierto, sin brújuja, perdido, como cuando no das con la calle adecuada. O como cuando callejeas. Por eso quizá subrayo un fragmento del reciente "Diario de invierno" de Auster, un viaje de enumeración, de recuerdos que vienen y van, que se unen en una especie de corriente de la consciencia del autor, que escupe una especie de diario, o autobiografía, o parrafada que va de 1947 a 2011, al Auster de 64 años, al Auster que ya siente la vejez, que siente que algo se le escapa entre las manos. Su vida. El libro, como esa vida, a veces brilla, a veces es una pura enumeración cansina. No me detengo.


Siempre perdido, equivocándote siempre de dirección al tomar un camino, siempre sin llegar a parte alguna.”
(De “Diario de invierno”, Paul Auster)

miércoles, 19 de septiembre de 2012


Encuentros con gente que teme perder su puesto de trabajo, su plaza, su sitio. Hay que ponerse el traje de buzo superviviente, buceando entre toda esta incertidumbre. Siempre esta incertidumbre. Sinsabores de familiares machacados por la vida, por la vejez, por la lucidez que se esfuma. ¿Cómo seguir adelante, ellos y nosotros? Y por la tarde leo y mal leo aquí y allá, cojo alguno de mis libros apilados, algunos tanto tiempo sin abrir. Buscando algo, alguna respuesta. Siempre buscando alguna respuesta, algún latigazo, algún sentido, algún empujón. En “A la luz de la linterna”, una recopilación de ensayos de Stevenson, aparece “Polvo y sombra”. Seguro que en Stevenson encontraré algo para hoy, unas líneas, algo para intentar recuperar la certidumbre, para enjuagar los sinsabores, para permanecer firmes mientras el otoño parece que viene un rato y al poco se arrepiente.


... no quiera Dios que el hombre – la criatura erguida, el razonador, el sabio desde su punto de vista -, no quiera Dios que se canse de hacer el bien, que se desespere por el esfuerzo no recompensado o que se abandone al lenguaje quejumbroso. Baste, para su fe, que toda la creación gima en su mortal fragilidad y luche con una constancia inconquistable: no todo será, seguramente, en vano”.
(de “Polvo y sombra”, Robert Louis Stevenson).


lunes, 17 de septiembre de 2012


Alguna voz habrá estos días que recuerde a Labordeta, voz de Aragón que una vez desaparecida, deja esta tierra tan huérfana de algo que no sea mostrenquez, que queda uno totalmente desanimado. Leo esta tarde la “Historia de Paletonia” de Labordeta, que en 1977 escribió unas crónicas sobre esta tierra desnaturalizada ya, sin rumbo, que no sabe lo que fue (si alguna vez fue algo), lo que es, ni lo que quiere ser. Un puro absurdo. Por aquí quedan los últimos resistentes, como Xoquín o Maestre Paz, entre otros. Pero sin El-Llaboreta, tras el que no-se-esconde Labordeta, Paletonia es cada vez mas Paletonia. Paletonia del Imperio Romano. Ahora Paletonia del Imperio Germánico de Merkel y las voces del Imperio del No-Se-Qué. Sólo queda seguir leyendo y recordando a Labordeta, para no acabar del todo pensando como todos.


... Villa Paletón se hizo un monstruo, pues la ilusión era meter a todo el personal en ese corrico: cuanto más gente, más casas; cuantas más casas, más cemento; cuanto más cemento, más dividendos y cuantos más dividendos, más alegría en el templo Pardus Vincitorix, directamente unido a los templos romañones de los Alpes – actual Suiza.”
(de “Historia de Paletonia”, de Jose Antonio Labordeta).

viernes, 14 de septiembre de 2012


Hay dos yoes. Uno alucinado, que le gusta el abismo, que va donde el otro nunca se aventura. En mi caso se aparece, apareció un rato. Cree vislumbrar una realidad escondida, un orden oculto. Pero el otro yo le dice que es una alucinación, una imaginación, un desequilibrio. Pero al otro yo le gusta cuando ese yo alucinado aparece y se deja llevar por esas alucinaciones, y escribe, o bebe, o improvisa, o cree en sí mismo, o cree hallarse en un momento mágico, como si estuviera fuera de sí. Jekyll y Hyde están siempre juntos, siempre buscando apoderarse del otro e imponer su presencia, su dominio. Ojalá pudiera empezar un cuaderno nuevo, o seguir el anterior. Escribir de nuevo y ser poseído por el alucinado, pero no es así. Estoy ahora en la planicie y añoro el abismo. Y no me veo capaz de provocarlo. Ha de aparecerse.


... Fue en el aspecto moral, y en mí mismo, donde aprendí a conocer la total y primitiva dualidad humana; vi que había dos naturalezas que contendían en el campo de mi conciencia; sin faltar a la verdad, podía asegurarse que cualquiera de las dos era la mía propia, ya que, en realidad, aunque fuesen contradictorias, ambas eran mías. ….”
(de “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, Robert Louis Stevenson). 

jueves, 6 de septiembre de 2012

El cabo de Buena Esperanza


Unos días estupendos de arranque de septiembre. Un instante breve antes del otoño. Las preocupaciones, los malestares, las dudas, la confusión, están siempre metidas en las lentejas de cada día, pero hay que mantenerse firme en el barco. Arranqué esta bitácora hace un año, intentando recordar, tener siempre presente el viaje de Slocum en el Spray. Tengo el libro siempre cerca, a mano, para leer un párrafo o una página. Es un leit-motiv, una manera de ver y encajar. No podemos perder las ilusiones, ni dejar de alegrarnos por estar vivos, por caminar un rato, por vivir en paz, entre tantos problemas (pequeños o grandes). Y a esos problemas, no apartarles la cara, no mirar para otro lado, no esconderse. Estar vivos y luchar. Y cuando se pueda, disfrutar.

... No es que las temiese más a bordo del Spray que en un barco grande, sino que siempre he preferido, a ser posible, el tiempo bueno en cualquier circunstancia. Verdad es que en toda época puede encontrar tempestades fuertes en las cercanías del cabo de Buena Esperanza, pero en verano son menos frecuentes y no duran tanto. … ”.
(de “A bordo del Spray”, Joshua Slocum)

jueves, 23 de agosto de 2012


Ola de calor que no le deja a uno pensar, si ya piensa por lo general en madeja revuelta e inconsciente. Pudre el verano, a veces, o con insistencia. Escapo apenas a ratos, con películas, con libros como el más reciente de Miguel Sánchez-Ostiz y con la primera novela de Scott Fitgerald, con la reciente biografía de Mainer sobre Baroja. Algún baño en el mar, muchos picotazos de mosquitos, muchas vueltas en la cama sin conciliar el sueño, una brújula interior que anda loca. El firme deseo de que llegue ya septiembre, de cambiar la perspectiva a marchas forzadas, si yo no encuentro mi propia manera de cambiarla.


La asombrosa manera en que tú mismo te metes en callejones sin salida, o en cepos, creyendo que corres en campo abierto”.
(de “Idas y venidas”, Miguel Sánchez-Ostiz)


lunes, 13 de agosto de 2012


Lío fenomenal por el desorden que tengo, en el que no sé si ir para adelante o para atrás, si calmarme o seguir revolucionado. No sabe uno que rumbo tomar, que camino es el bueno, que consejo vale y cual no. Libros leídos aquí o allá, todos en desorden, en un sitio o en otro, papeleos variados, certificados, cartas, correspondencia desmadejada, tristezas y alegrías que difícilmente casan. Un demonio interno que me mata y no entiendo, que no me deja ver claro en una niebla espesa, que no me deja ver quien soy realmente.

Aquel hombre era un demonio.”
(de “Martín Eden”, Jack London)

miércoles, 8 de agosto de 2012


Días en Madrid achicharrado, para atiborrarme de cine, rematar la trilogía de Baroja con “Los amores tardíos”, maravillarme con ese Jack London de “Martín Eden”, ver las exposiciones de William Blake, Hopper o E.L. Kirchner. Me retiro un rato. Camino y voy allí y allá. Pero los momentos en que me encuentro mejor es cuando estoy con un libro, buscando frases o párrafos mágicos, cuando escucho algo de música clásica o cuando de mañana voy a hacer la compra al mercado. Son los pequeños pasadizos para salir de la confusión y la incertidumbre, sabiendo que mi pesimismo y ansiedad no pueden sacudirse de cualquier manera. Se puede vivir con poco, comprar libros baratos, comer humildemente, y olvidarse del Jekyll que te habla con la otra voz, la voz de otro yo.


Éste es un gato español, traído de un barco. Es tuerto y está lleno de heridas. Es un gato aventurero; debe ser soldado de algún duque de Alba gatuno. Yo le llamo viejo bandido; asesino de gatos pequeños. Suele pasar tres y cuatro días fuera, no se sabe en dónde, y, según parece, riñe con los demás gatos. Después de sus excursiones vuelve a casa y pasa días durmiendo en una silla, cerca del fuego, hasta que, sin duda, toma fuerza y se larga de nuevo a seguir sus aventuras”.
(de “Los amores tardíos”, Pío Baroja)


martes, 7 de agosto de 2012

El olvido de sí mismo


Casi tres meses de parada laboral, yendo y viniendo, sin nada claro. Pura confusión e incertidumbre pero el deseo permanente de que no se pudra el ánimo, de seguir la pelea y en los momentos de bajón, la necesidad de buscar algo, lo que sea, para ir de nuevo para arriba. Para seguir levantándose de la lona si te sacuden algún guantazo. Para no pensar que ese ambiente funesto que hay por doquier no es sino otra prueba. Agarro como siempre a Stevenson y Vailima y dan ganas de seguir disfrutando d buen tiempo, del verano, de que estamos vivos, de que hay que olvidarse de uno mismo, de los fantasmas y demonios internos más pesados, los que más incordian.


Si hubiere aquí alguien enfurruñado como un niño, ocúpate de él e ilumínalo. Vierte sobre él la claridad del día, para que se vea a sí mismo y se avergüence. Guíalo hasta el cielo, Señor, por el único camino celestial: el olvido de sí mismo. Y que se haga la luz sobre quienes lo rodean, a fin de que ellos lo ayuden y no siembren su camino de obstáculos”.
(de “Oraciones de Vailima”, Robert Louis Stevenson)

viernes, 13 de julio de 2012


Han pasado 62 días, si no cuento mal, desde que se acabó esa rutina que habían sido los últimos diez años para mí. Rutina la mayor parte del tiempo agradable y agradecida. Pero ya pasó y ahora voy como un pato mareado, de aquí allá, tren va y tren viene. La extraña necesidad de no quedarme quieto, como si eso fuera peligroso. No sé si estoy en lo cierto, pero en eso sigo. Y sólo paro un rato, en este mareo, para leer o escribir un rato, para recoger uno de los libros pendientes o imaginar que soy capaz de escribir algo nuevo que sea convincente para mí. Vuelvo hoy de un viaje de un día a Barcelona, paseo gótico y de Barrio Chino, con J. , con una caminata constante y fugaz que me lleva a A. y M, al barrio de Gracia, al instante de una copa que saboreas e intentas mantener en el tiempo. Pero ya pasó, ya volví, ya estoy otra vez con mis libros y mi bitácora, con mi confusión, con mi incertidumbre.

- ¡Qué raro es todo, eh! ¿Verdad que todo es rarísimo?”
(de “La hermandad de la buena suerte”, Fernando Savater)

domingo, 8 de julio de 2012


Unos días, como un oasis, para la típica playa, vuelta a la modorra, vuelta a los libros que había aparcados o sin terminar, a nadar en el mar, para ver las finales de Wimbledon. Mientras, en plena incertidumbre laboral, el futuro parece más misterioso que nunca, pero queda apartado, o aparcado (como los libros) mientras dure el verano, mientras el sol nos tenga tumbados y descansando. Aprovecho para terminar la continuación de las aventuras y amores de Larrañaga en “Las veleidades de la fortuna”. Una delicia. Un placer.

... El río corre con su terrible y amenazadora corriente. En la orilla opuesta se destacan, negras y sombrías, las masas de folalje y las torres de la catedral. Algunas luces brillan aquí y allá, los faroles del puente se reflejan en el agua y aparecen iluminadas las ventanas de un gran hotel.”
(de “Las veleidades de la fortuna”, Pío Baroja).

domingo, 27 de mayo de 2012


Un mes laboralmente para olvidar, o inolvidable, según se mire. De no pegar ojo, tenso, nervioso, pero con ganas de batallar y pelear. Cuando nos llaman al rincón, como boxeadores, me tomo un Jack Daniel´s, pero sabiendo que hay otro asalto, y luego otro, y luego otro. Y escapo unos días a Madrid y empiezo a leer “El gran torbellino del mundo” de Baroja. Es un puro placer, un libro precioso y conmovedor. Leo parte de él durante el viaje en tren y lo remato en este domingo caluroso en Zaragoza, que más que primaveral parece ya veraniego. Las últimas páginas son de una belleza insólita. Sólo queda abrir la página que sigue, ver como continúa la historia.

Las muchachas, muy decididas y alborotadas, daban vueltas en el tiovivo y se columpiaban con verdadera furia. Los chicos miraban con admiración aquel torbellino de figuras doradas, y de espejos, todo rojo, reluciente, que daba vueltas vertiginosas, acompañado de las notas chillonas de un orquestón."
(de “El gran torbellino del mundo”, Pío Baroja)

lunes, 23 de abril de 2012


Agarrarse a un libro. San Jorge, día de libros, de buen tiempo, de sacudirse cualquier desánimo. Ser positivos. Hojear unas líneas, unos párrafos, un texto favorito o uno nuevo. Una buena comida, un buen café, estar vivos, caminar, escuchar a Vivaldi a todo trapo. Combatir el cinismo, a los cenizos, a mi Hyde más tenebroso con la lucidez del Jekyll a veces cansado y derrotado.

Durante el reflujo, maravillas de formas y de colores se escurrían entre mis pies; yo quería tomarlas, pero se me escapaban; aquellas que alcanzaba, las encontraba más bellas que cuando las había entrevisto: trozos de nácar dignos de ornar una vitrina o, engastados en oro, de enjoyar el dedo de una mujer; pura ilusión de arena coloreada; fragmentos y guijarros que, al secarse, se volvían tan delustrados y vulgares como la gravilla del sendero de un jardín”.
(de “En los mares del sur”, Robert Louis Stevenson)

jueves, 12 de abril de 2012

Catarro para después de Semana Santa. Entre lluvias y tiempo plomizo hojeo un recorte que me pasó D, con una foto de Baroja en el Retiro, en 1950. Es de Nicolas Muller, un fotógrafo al que investigo y del que encuentro pequeñas maravillas en internet. Muller es ya otro fantasma. Baroja parece en esa foto un fantasma aparecido, de otro tiempo, fugaz, irreal, como salido de la niebla o del misterio, por un instante. Somos fantasmas, decía Gonzalo Suarez, y aquí quedará nuestro fantasma. Todo es un fantasma que viene y va, el párrafo escrito que te comunica algo especial, la obra ante la que pasas en un museo, la canción que suena y se evapora, ese libro que regalas y va a otra parte, como esas líneas de Baroja que ahora transcribo.

Vivían como hundidos en las sombras de un sueño profundo, sin formarse idea clara de su vida, sin aspiraciones ni planes, ni proyectos, ni nada”.
(de “La busca”, Pío Baroja)

jueves, 5 de abril de 2012

Levantarse a cada momento del ring, ante el rival, ante el árbitro tramposo. Jack London, en otro de sus cuentos de boxeo. Por tres euros encontré una vieja edición argentina, “Cuentos del abismo”, una antología con cuatro cuentos, a cual mejor. Dos de ellos aparecieron recientemente en “Knock out”, pero ese libro valía una pasta. Afortunadamente los he encontrado de otro modo. Merece la pena profundizar a fondo con London, seguir explorándolo. Uno sólo puede maravillarse ante la sencillez y verdad de lo que escribe. A mí me vale mientras siga en el camarote y no se vea claro el rumbo.

No era un combate. Era una carnicería, una matanza. Cualquier audiencia, salvo una de boxeo, habría agotado sus emociones en aquel minuto inicial. Danny estaba demostrando claramente lo que podía hacer: una espléndida exhibición. Tan grande era la certidumbre de la audiencia, así como su excitación y favoritismo, que nadie se dio cuenta que el mexicano todavía seguía en pie.”
(de “El mexicano”, Jack London)

martes, 27 de marzo de 2012

Tardes primaverales, deliciosas, para pasear y recuperarse de la matraca de crisis, cenizos y otros especímenes que cada día truenan en radios, periódicos y televisiones. Buenas excusas son la exposición del Paraninfo de Zaragoza, con esa biblioteca en la que uno puede imaginar a los antiguos estudiantes, ahora ancianos o desaparecidos. Incunables, ilustraciones de hace siglos. Y allí cerca, una feria del libro antiguo en la que paseando encuentro un Baroja que merece la pena repescar: “Susana”. Está un poco caro pero me animo a comprarlo. El puro azar lo trae a mis manos; es una edición de Caro Raggio. Escrito con pluma o bolígrafo: Amelia. Madrid. Fin de agosto, 1976. (Miessner). Dentro lleva una marcapáginas de cartón que indica que Miessner era la librería donde lo compró, recién editado. De Miessner a Amelia y de ella a mis manos. Es una novela que había leído pero ya olvidado, escrita por un Baroja envejecido y derrotado en su exilio parisino tras el estallido de la guerra civil. Ahí esta la pérdida de la juventud, las personas que pasan fugazmente por la vida (aunque no nos lo parezca) y la imposibilidad de hacer de la vida algo seguro y armado. No es segura, no está armada y un fuerte huracán inesperado la puede derribar. Entre London, Pessoa o Baroja ando estos días, para sortear la incertidumbre cotidiana.

Ahora veía que mis intentos de dar seguridad a la existencia habían salido fallidos. No había seguridad contra el destino y contra lo determinado por las contingencias del azar. Se temían las moscas, y el peligro llegaba en un automóvil; se pensaba en la miseria, y se veía uno enfermo del tifus. No había manera de prever nada. Lo mejor era entregarse a los acontecimientos, no tomar precaución alguna”.
(de “Susana”, Pío Baroja)

miércoles, 21 de marzo de 2012

Lluvia y día oscuro, oportunidad para buscar y encontrar un rato no malgastado, no mal empleado, en un cuento de Jack London, precioso, admirable, que eclipsa otras lecturas del montón, que eclipsa estos días finales de invierno, de mediocres y mediocridades, de ratos de tedio y duda. Si leo algo y no funciona, si me distraigo, si no me interesa, si me parece que lo que leo trampea, busco los grandes nombres, y entre ellos London, y no es casual que aparezca esa luz intensa de la verdad, en la historia de un boxeador para el que no hay segunda oportunidad, con una juventud que no volverá. Tom King resistirá, peleará, se entregará hasta el final.

Pocos años antes, en los días felices de su propia imbatibilidad, Tom King se habría divertido y aburrido con estos preliminares. Pero ahora permanecía sentado, fascinado, incapaz de apartar de sus ojos la visión de la juventud. Siempre surgían estos jóvenes en el boxeo, saltando a través de las cuerdas y gritando su desafío, y siempre se hundían las viejas glorias ante ellos. Trepaban hacia el éxito sobre los cuerpos de las viejas glorias. Y seguían llegando más y más jóvenes -juventud inextingible e irresistible-, y seguían expulsando a las viejas glorias e iniciando el mismo camino descendente, mientras que, tras ellos, empujándoles eternamente, estaba la eterna juventud, los nuevos recién nacidos, que crecían llenos de codicia y empujaban a sus mayores hacia las profundidades, empujados a su vez por otros recién nacidos hasta el fin de los tiempos, la juventud que impone su voluntad y nunca morirá.”
(de “Un pedazo de carne”, Jack London)

martes, 13 de marzo de 2012

No parar ni quedarse quieto. Termino las biografías de “Magallanes” y “Fouché” de Zweig, muy entretenidas, sobre el loco portugués que quiso dar la vuelta al mundo por un paso que nadie confiaba que existiera y el ministro francés de Napoleón, revolucionario y rival de Robespierre, que supo navegar por los mares de la política y cambiar de cara y piel numerosas veces. A por otro, a por lo que sea, a leer, a escuchar el nuevo álbum de Sinéad O´Connor o bucear en la discografía de Giuliano Carmignola. A planear una cosa u otra, sin amodorrarse, levantándose, hojeando este o aquel libro, viendo o repasando una u otra película, intentando informarse, saber lo que significa realmente nuestra reforma laboral, o que pasa en la carrera electoral francesa, leyendo unos y a otros para intentar formar el criterio propio, no el criterio borrego.

Una gota de aceite no puede calmar un océano turbulento, ni una tierra del tamaño de un alfiler tener sometidas unas tierras cien mil veces más extensas. Desde un punto de vista racional, la ilimitada expansión de Portugal representaba un absurdo, una quijotada de las más peligrosas. Pero lo heroico es siempre irracional y antirracional; siempre que un hombre o un pueblo se lanzan a una empresa que rebase su propia medida, crecen también sus fuerzas hasta lo nunca imaginado.”
(de “Magallanes”, Stefan Zweig)

miércoles, 7 de marzo de 2012

Días de Marzo, de algarazos e incertidumbre. En medio de todo, afortunadamente, vuelvo a Labordeta. Me prometí a mi mismo no olvidarle, recordarle, leerle y releerle continuamente, para no perder de vista el rumbo de su barco, para tener al menos la guía del fantasma que dejó en lo escrito. Y cayó en mis manos esa recopilación titulada “Tierra sin mar”, realizada por Félix Romeo y publicada por Xordica. Es un libro que tiene en todas sus páginas presente el desencanto de un Labordeta ya envejecido, que continuamente evoca sus paraísos perdidos, que se duele de las derrotas y la melancolía, en esa “cuesta abajo imperceptible”. Pero ante todo ello no se rinde nunca, con el coraje y la dignidad por banderas. Es un libro emocionante, poético, excepcional, con una prosa que fluye verdadera. Una joya.

Los viejos depresivos siempre tenemos la esperanza de que la historia ponga de nuevo a los personajes en su sitio y podamos no dudar de que los sueños se cumplan, de que de verdad el sueño de una sociedad basada en la solidaridad , en la igualdad, en la defensa de la libertad, regrese”.
(de “Y los sueños ¿sueños son?” de José Antonio Labordeta)

lunes, 5 de marzo de 2012

Arranca Marzo y el invierno quizá se va rindiendo. Ratos de refugio con amigos, para un café, una cena o una exposición del fotógrafo finlandés Pentti Sammallahti, que se refiere a su trabajo diciendo que para hacerlo sólo necesita una cámara, un carrete y una lata de sardinas. No es mala manera de encarar un oficio. Fotos que reflejan la desolación, el misterio. Imágenes en blanco y negro que representan una manera de ver el mundo en la que el hombre apenas representa nada, en la inmensidad y en el espacio físico que compartimos. Queda, para Sammallahti, representarlo con su cámara.

Y escribo estas líneas, realmente malanotadas, no para decir esto, ni para decir nada, sino para dar un trabajo a mi distracción”.
(de “El libro del desasosiego”, Fernando Pessoa)

domingo, 26 de febrero de 2012

Es un poco como si uno no supiera vivir. Como si cada día, con casi cuarenta años, haya que seguir aprendiendo. O desaprendiendo a vivir como a uno le dicen. La murga de los días, de Febrero. Espejismos que aparecen, van y vienen, el tic tac del reloj y la modorra que hay que sacudirse a costa de lo que sea. Leo un rato fragmentos de Pessoa en PDF, abro la ventana un rato para ventilar.

Continuamente siento que he sido otro, que he sentido otro, que he pensado otro. Aquello a lo que asisto es un espectáculo con otro escenario. Y aquello a lo que asisto soy yo”.
(De “El libro del desasosiego”, Fernando Pessoa)

sábado, 18 de febrero de 2012

Día en casa, por fin, después de ir de aquí para allá como un pato, leyendo poco y mal, aborrecido por el frío y la rutina de este mes. Así que viene bien quedarse recogido, hacer rosquillas y comérselas, deambular de una habitación a otra, ver algo de televisión y sobre todo leer algo que a priori despertaba confianza, “La felicidad conyugal”, una preciosa edición de Acantilado de este relato de Tolstoi. Ya leí, editados por Acantilado, dos libritos maravillosos de Tolstoi: “Confesión” y “La tormenta de nieve”. En todos ellos, resulta fascinante la irrupción, de repente, en la maravillosa prosa, de instantes trascendentes, reveladores. Esos instantes, escondidos, ocultos, me inquietan, me maravillan.

Pero el tiempo transcurría, la nieve encalaba con una capa cada vez más alta las paredes de la casa, y nosotros seguíamos estando siempre solos, y siempre el uno frente al otro; y sin embargo, allá, en algún lugar, en medio del brillo y el bullicio, multitud de gente experimentaba inquietudes, sufrimientos y alegrías sin pensar en nosotros ni en nuestra existencia, que poco a poco iba extinguiéndose. Lo peor para mí era que sentía cómo día tras día la rutina aherrojaba nuestra vida y le daba una forma determinada, cómo nuestro sentimiento perdía libertad al someterse al acompasado e impasible fluir del tiempo.”
(de “La felicidad conyugal”, Lev Tolstoi)

lunes, 6 de febrero de 2012

Ola de frío intenso que llega con Febrerico el corto. Tardes con chocolate caliente. Y ayer me desayuno leyendo una breve nota sobre la desaparición de Omar Pérez Butler, actor y representante de actores. Tenía 85 años y pude conocerle en Madrid hace unos meses. A su edad podía beber whiskey, despacio, con calma, uniendo el poder del alcohol a la reflexión de la palabra. Era un uruguayo que vino a España a buscarse las lentejas, que fue actor y representante, siempre comprometido con la izquierda que está quedando enterrada y olvidada, la de aquellos rojos que ahora parecen sombras, fantasmas. ¿Qué queda ahora de ellos?
La resistencia aquí se unía a la cultura. Aquella tarde de verano en Madrid me habló de “El canto del cisne”, la obra de Chejov sobre un veterano actor al que la muerte acecha y que Omar interpretó al final de su vida.

¡A los años no se les puede hacer volver! ¡Se ha apurado ya el contenido de la botella, y sólo queda un poquito en el fondo! … Pero ¡eso que queda son posos!... ¡Así es! ¡Así es, Vasiuscha!... ¡Lo quieras o no, ya es hora de que empieces a ensayar el papel de muerto!”
(de “El canto del cisne”, Anton Chejov)

lunes, 30 de enero de 2012

Puente de San Valero, rosconero, ventolero y más que friolero. El ánimo va y viene y se trata de ir bien provisto de viejos jerseys que abriguen, bufandas de la abuela y algún pastelaco para momentos de incertidumbre. Pasó el domingo viendo el tenis, la final de Australia que duró más de cinco horas, con Djokovic y Nadal luchando y dándolo todo, en un supremo esfuerzo físico que está muy bien para el que gana y sigue en la ilusión de la victoria. El que pierde, supongo, se mete en un túnel bien negro. La moraleja, para ambos, es que hay que pelear. No queda otra. Ese túnel es el que va paralelo a ese precipicio, a ese abismo del absurdo, de como lidiar con él, un tema que da para toda una vida. Y por la tarde remato ese paseo por el absurdo que es “Patrimonio” de Philip Roth. Es la historia verdadera de las piedrecitas que caen junto a tus pasos, que caen en ese abismo, antes de irte tú, directo, a ese agujero, al olvido. Un libro formidable y desolador.

Me quedé mirándolo atentamente, como si hubiera sido la primera vez, esperando que se me presentasen los pensamientos. Pero no hubo ninguno más, excepto la recomendación que me hice de fijarlo en la memoria cuando él estuviera muerto. Quizá pudiera evitarse, así, que con el paso de los años mi padre se trocase en algo atenuado y etéreo. “Tengo que recordar con precisión”, me dije. “Tengo que recordarlo todo con precisión, para poder recrear en mi mente el padre que me creó, cuando él ya no esté.” No hay que olvidar nada.”
(de “Patrimonio”, Philip Roth)

viernes, 27 de enero de 2012

Mirando tenis estos días, esos colosos en lucha en las semifinales de Australia, metido en una rutina de invierno, leyendo desconcentrado, intentando concentrarme a base de Philip Roth, con el que sigo ahora con “Patrimonio”. Y entretanto, buscando la voluntad para trabajar con más ahínco, con esta bitácora siempre como motor de arranque. Guerra al pesimismo, a los cenizos, a los mediocres, a los que no quieren mejorar, a los que no tienen curiosidad. Guerra a la estupidez, a la codicia, a la corrupción, a la dejadez, a la derrota, al conformismo, a dejarse llevar por la corriente.

¡¡No temo a la muerte, pero siendo la vida tan corta, desperdiciarla es una infamia!!
(de “Diario de mi vida: 23 de Mayo de 1877”, Maria Bashkirtseff)

jueves, 19 de enero de 2012

Mala semana por culpa de la ineptitud, ignorancia y desidia de los típicos que no hacen bien su trabajo y al hacerlo juegan a la ruleta rusa con el tuyo. Es un país de Urdangarines, de pelotazos, de ladrones encorbatados, un país que dice “Si hay que leer paso”, si es subtitulada no entro, si hay que pensar no va conmigo. Es la borreguización, la dictadura de la ignorancia abriéndose paso a cuchilladas. Menos mal que aún puede uno buscarse un rincón en alguna parte y leer tranquilo, mientras todo va al ritmo de sálvese el que pueda.

En un rincón vi anoche “Los descendientes”, de Alexander Payne, una delicia que habla de la dificultad de vivir, de dar pelea en lo cotidiano y hoy por la mañana terminé de leer “La humillación”, una reflexión de Philip Roth también sobre esa dificultad, a veces titánica, cuando se une a la vejez, el callejón sin salida se mire como se mire. Quedamos a la espera de ver la adaptación al cine que harán Barry Levinson y Al Pacino.

         " ¿Cuánto tiempo llevas aquí sin compañía de nadie?
             Lo suficiente para sentirme más solo de lo que jamás creí que pudiera sentirme. A veces es asombroso, aquí sentado un mes tres tras otro, una estación tras otra, y pensar que todo continua sin ti. Igual que te ocurrirá cuando mueras.
             ¿Y que pasó con tus actuaciones? - le preguntó ella
              Ya no actúo. "
(de “La humillación”, Philip Roth)

domingo, 15 de enero de 2012

Está muy bien atender a los amigos, los compromisos, el trabajo que paga las lentejas, pero en medio de una semana de frío intenso acabo un tanto colapsado, con ganas de mis cosas, de escapar, como por si fuera a través de un pasadizo, de callejear solo y comprar algún libro, ver alguna película en compañía de un buen café caliente y un pastel, de pensar y repensar si seré capaz de escribir lo que quiero, de como hacerlo, de sacudirme la modorra y la pereza para trabajar, para leer con más ahínco, para ser mejor, con esta bitácora como brújula de un rumbo y que no me pidan explicar que significa. Mientras, me encuentro sin esa pepita de oro que significa encontrarse una línea o un párrafo que te comunica algo, algo indefinible. Afortunadamente, en un correo, D, amigo y barojiano, me manda una cita de “Los últimos románticos”, que me rescata e invita a seguir adelante. Veremos si soy capaz de agarrar fuerte el timón y si acierto con ese rumbo, si es que existe.

"Don Fausto casi siempre pasaba por la calle Buffon; allí hubiera ido él a vivir; el silencio de esta calle, sus casitas bajas con emparrados, los pájaros que piaban en los árboles del Jardín de las Plantas le seducían. Era una calle humilde como él, pensaba don Fausto, retirada, sin pretensiones; una calle de esas para un escrtor no comprendido o para un sabio; una calle de esas en las cuales se suele ver una casita baja con una lámina de mármol en donde se lee que allí vivió y murió el célebre historiógrafo, el ilustre naturalista o el gran filólogo."
(de “Los últimos románticos”, Pío Baroja)

Ilustración: <Pasadizo, de Ricardo Baroja>

miércoles, 11 de enero de 2012

Empezó el año a todo trapo y pasaron ya once días de enero, que se abren paso y a poco le tiran a uno al suelo. Va todo rápido y yo he empezado despistado, mareado, muy poco firme. Así que sigo con el plan de metas fáciles, lecturas breves ya que con las más exigentes no parezco centrado. Hay que mantenerse a flote como sea. Empujarse a leer, a escribir, a hacer algo, a estar atento a todo, a lo laboral, a lo que nos rodea, a los nuestros. Y en medio, unas torrijas en el café Levante con R. y M. en medio de un día luminoso de invierno, el de ayer. Y hoy, la pequeña dosis de Aldecoa, para tener la sensación de que conozco mejor lo que escribió, para aprender, aunque sea poquito a poco, porque me parece que no hay otra manera. Poco a poco, para ir tirando, para no quedarse tirado en el camino.

Sobre las siete y media caían por allí dos carcamales con aire de donjuanes viejos. Las de la timba les solían saludar cariñosamente: hola, Manolo... ¿qué tal, don Seve? Ellos, uno detrás de otro, gazmoñeaban invariablemente: “viviendo, viviendo, que no hay nada mejor” “.
(de “El loro antillano”, Ignacio Aldecoa)

jueves, 5 de enero de 2012

Arrancó el nuevo año con un tiempo suave que le lleva a uno a pensar que la primavera no queda tan lejana. La primavera llegará, la dignidad ya veremos. Nuestro nuevo ministro de economía, Luis de Guindos, dice que la banca necesita cincuenta mil millones de euros para sanearse. ¿Y los currantes? ¿Cuántos millones de euros necesitan? ¿Y los mileuristas y submileuristas? ¿Y la gente aplastada y olvidada? ¿Y la gente joven empujada a la borreguización y la desesperanza? Parece que a nadie le importa que se saneen. Lo mejor es que no piensen, que estén desactivados y atontados. La televisión pública está podrida. La prensa prostituida. La cultura minimizada e invadida por el poder del dinero. De nuevo surgen esas palabras totalmente necesarias: dignidad y resistencia. Mientras, ando un tanto despistado con la lectura, así que arranco con una tarea fácil, un ensayito de Stevenson de pocas páginas que defiende detenerse en medio de la corriente del trabajo cotidiano, del conocimiento árido y frío, de llenarse la cabeza con palabras que rápidamente olvidaremos. De vez en cuando, hay que hacer novillos.

... Pues verá, señor, como me puede llegar pronto el momento de salir al mundo, deseo observar que es lo que comúnmente hacen personas de mi situación y dónde se encuentran los abismos y espesuras más terribles del camino; así como también, qué modo de subsistencia es el que ofrece mejores condiciones. Más aún, estoy aquí, tumbado junto al agua para grabarme a fuego eso que mis maestros me enseñaron a llamar paz y satisfacción.”
(de “En defensa de los ociosos”, Robert Louis Stevenson)