Bitácora de Sergio Casado

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Semana fría, con el otoño que parece que cambia por momentos a invierno. El ánimo anda ni bien ni mal, así que no sé muy bien como definirlo. En medio de otras lecturas aparcadas, vuelvo de nuevo a Baroja, releyendo partes y páginas sueltas de “El mundo es ansí” y los “Cuentos” de la colección de Alianza Editorial. Me pilla Manuel Moreno en la relectura y hablamos de Mainer y del viaje que hicieron juntos a Itzea, epicentro barojiano mundial. Y unas horas después, la casualidad al cubo, casualidad ubicada en mis lecturas en desorden, subrayados de páginas, de fragmentos, en una búsqueda extraña y disparatada. En esta misma semana, hoy, aparece por mi rincón José Carlos Mainer. Hablamos entonces de Manuel Moreno y de Itzea, donde me dice que ha estado este verano, habla de su libro sobre Baroja que va a publicar en el 2012 que ya llega. Un rato formidable cuando me encuentro con otros barojianos, y charlamos, y nos entusiasmamos con ese extraño vínculo que hay entre nosotros, esa extraña pasión, esa manera de encontrarnos en la lectura de la obra del gran, gran Baroja, en su luz. Y vuelvo ahora a mi ejemplar de los cuentos recopilados por Alianza, y paso las páginas, intentando encontrar la cita adecuada.

Y al comparar este recuerdo con otros de su vida de sensaciones siempre iguales, al pensar en el porvenir plano que le esperaba , penetró en su espíritu un gran deseo de huir de la monotonía de su existencia, de bajar del tren en cualquier estación de aquellas y marchar en busca de lo desconocido”.
(de “Lo desconocido”, Pío Baroja).

jueves, 24 de noviembre de 2011

Calles repletas de hojas, ventoleras y lluvias que vienen y van. Poca luz y el trabajo que no avanza, estancado uno y de nuevo quieto para ver si tira o no tira, si se intuye algo a lo lejos. Es difícil mantener la paciencia. Hay que trabajar, trabajar y trabajar para sacudirse al otro yo, el perezoso. El yo que trabaja y el yo perezoso, el yo que arriesga y el yo modorro, el yo que arriesga y el yo conformista. Siempre los dos yoes.

De los dos yo que buscan vivir, uno le dice al otro: ¡Experimenta alguna cosa, diablo!”
(de “Diario de mi vida: 19 de Agosto de 1884”, Maria Bashkirtseff)

<Mujer con lilas, 1881.  Marie Bashkirtseff>

viernes, 18 de noviembre de 2011

Quisiera uno escribir con sentido, con verdad, intentando comunicar algo. No siempre es posible. Sólo a veces sucede. Es eso lo que uno se encuentra al leer. Sólo a veces aparece la luz. Andaba yo cada vez más metido en una siniestra trama con capitanes que desanimaban a sus marineros, rotos, desmoralizados. Sin ilusiones, sin esperanzas, sin camino, en la oscuridad. Y de repente algo encontraron estos marineros. Algo les dio esperanza, algo les iluminó. Pensaron que no todo es absurdo, un sin sentido. Pensaron que puede aparecer, de repente, algo, un buen capitán, una buena aventura, una meta. Había olvidado cuanto me gusta una línea que descubrí gracias a Mario Camus, gracias a su libro “Un fuego oculto”. Gracias a un tipo ilusionante descubrí ese libro. Regalé mi ejemplar a mi amigo Carlos. He de tener ese libro presente, no olvidarlo, no olvidar esa línea de Claudio Rodríguez que dio titulo al libro de Mario. Si lo olvido, estaré perdido.

Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto, .”
(de “Don de la ebriedad”, de Claudio Rodríguez)

sábado, 12 de noviembre de 2011

Cayó Berlusconi. No hace mucho Gaddafi y Mubarak. No voy a compararlos. Pero algo se mueve, entre terremotos y atracos financieros masivos, la confusión en la que nadie entiende nada y esa crisis espesa, no sólo económica, sino de caminos erróneos, de muñecos y depredadores invadiéndolo todo. Parece todo un gran huracán de incertidumbre. Los libros, la cultura, parecen interesar a cuatro gatos. Estamos en manos del más puro azar, sin capitán, sin meta, en medio de la oscuridad y con los faroles iluminando poco o mal. Pero no hay que rendirse. Si uno siente que vienen lluvias, vientos temibles y tempestades, hay que mantenerse firme, tranquilo, como buenamente se pueda, y que sea lo que sea. ¡Adelante!

... Y ahora, cuando las nubes se acumulan y la lluvia amenaza al bosque y a nuestra casa, haz que no nos sintamos abatidos; que no olvidemos el sabor de de los pasados favores y placeres; antes bien que, como la voz del pájaro que canta bajo la lluvia, nuestra memoria conserve la gratitud en la hora de las tinieblas.”
(de “Oraciones de Vailima: En tiempo de lluvia”, de Robert Louis Stevenson)
Ahí en el rincón puede estar escondido el momento, la imagen, la sensación. Uno lee libros de bibliotecas, de librerías donde están relucientes, nuevos, a veces muy caros para el bolsillo maltrecho. Y luego de repente, en un rastrillo, con descuento adicional, aparece enterrado entre muchos otros libros uno que te llama la atención. ¿Quién sería María Bashkirtseff? Buscas allí y allá, te enteras que fue pintora, que murió con veinticuatro años, que escribió este diario que tienes entre tus manos. A las primeras páginas ya estás atrapado; la sensibilidad es extraordinaria, luminosa, lúcida, muy brillante, inaudita. Luego descubres que esa edición fue falseada, troceada, masacrada desde los auténticos diarios completos de Bashkirtseff, descubres a una mujer que llegó hasta los límites de la curiosidad, de la capacidad, empeñada en brillar tanto como fuera posible, en comerse la vida y resistirse con todas sus fuerzas a ser derrotada. Incluso en esta versión troceada publicada por Austral hace muchos años, atinas a maravillarte con la verdadera estatura de esta mujer, sólo apuntada, rota prematuramente. Descubres que sólo ves una pequeña parte de un iceberg, que la mayoría de su imagen está enterrada en el olvido, que incluso su edad era otra. Hay que dudar de todo, tener curiosidad, dudar de uno mismo. Bashkirtseff lo hace continuamente en su diario, o al menos en esta breve semblanza que aparece en la edición naranja de Austral de 1940, que tengo en mis manos. No queda otra que seguir buscando en lo escondido, en un rastrillo, en la memoria, quizá a la vuelta de la esquina, intentando estar sereno y con el ánimo alto.


¿Quién me devolverá mi juventud desperdiciada, agostada, perdida?”
(de “Diario de mi vida: 23 de Julio de 1880”, Maria Bashkirtseff)

("Autorretrato", 1880; "Otoño", 1883, Maria Bashkirtseff)

domingo, 6 de noviembre de 2011

Mañana ventosa y tiempo intempestivo de noviembre. En medio de la incertidumbre laboral, de la confusión, del sálvese el que pueda, de muñecos vacíos o a lo sumo llenos de paja, un rato de buena charla ayer con O. sobre el esperpento de Berlusconi, del referéndum griego sí, del referéndum griego no, de nuestra campaña electoral para las Generales con los depredadores anunciando mayoría absoluta y los cínicos intentando remontar un poco. Vaya panorama. Hay que agarrarse más que nunca a los libros y a la cultura, a una meta, la de mejorar individualmente. Hacerlo cada día no es moco de pavo. No es mala idea buscar las pequeñas notas, las pequeñas respuestas ante el absurdo, y entre ellas, una bien marcada, para no olvidarla, de Manolo Marinero:

“Miles de gentes se ocupan de buscar una solución al absurdo, cuando lo absurdo no consiente solución, pero merece réplica. La única respuesta al absurdo posible es la dignidad, o sea, el reto.”
(de “Humphrey Bogart”, Manolo Marinero)

viernes, 4 de noviembre de 2011

El misterio y el absurdo a veces van de la mano. A raíz de la lectura de “Picnic en Hanging Rock”, de Joan Lindsay, era una buena oportunidad volver a ver la película de Peter Weir. El australiano siempre encuentra un fuerte apoyo, ante el texto que adapta al cine, en los pilares de ambientes musicales, que dotan a su cine de un peculiar ritmo y personalidad. Ya era así en 1975, con esta película, que anoche volvió a inquietarme, y en algún momento, a ponerme realmente nervioso, a pesar de que ya conocía la trama sobradamente, incluso en detalles que aparecen en la novela de Lindsay pero no en la película de Weir. Hanging Rock sirve como metáfora de transición entre la inocencia y la sexualidad, entre la vida y la muerte, la luz y la noche, la lucidez y la locura, el paso del tiempo y/o la ausencia de éste. Y en medio de todo, el absurdo, el misterio y la influencia que la muerte, el conocimiento de ésta, la marca que queda en los que todavía estamos aquí, la marca de los que se fueron y conocimos. O no conocimos, pero que dejaron algo que les representa, algo escrito, algo creado por ellos. Casi mayor que el misterio del ser que desaparece, están las distintas maneras en las que afronta la pérdida, la ausencia, el que se queda todavía en el lado de la luz, de la vida.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Anda uno en estos días en perpetua confusión, con los rescates, con el referéndum de Papandreu, con las reuniones de “Merkozy” (denominación acuñada por algún avispado periodista para el tándem de Merkel y Sarkozy). Parece que nadie sabe nada, que esto no hay quien lo arregle y que es un sálvese el que pueda. Esto tiene poco que ver con la Unión Europea de los grandes propósitos, objetivos y solidaridades. La Unión Europea, económica y algunos pronosticaban que política, parece una paella mal hecha. Será que no damos para más. Los que estamos al sur de los Pirineos, mientras tanto, tampoco parece que pintemos mucho. Somos una especie de país fantasma a rebufo de todo, que no sabe o ha olvidado de donde viene y que no importa a donde va, intentando mantener la anestesia de fútbol y otras matracas que siempre funcionan. Es una pura esquizofrenia, un absurdo. Y yo mientras, intentando escribir, al menos, alguna línea con sentido, veraz. Si no sale, hay un par de torres de libros esperando, mucha música, muchas películas, fotografías, mucha curiosidad. La esperanza es aprender algo, mejorar un poco, escapar de la dictadura de la ignorancia, la dictadura de nuestros días, de la que habla Paco Ibañez. Ese es mi palo mayor del barco, aunque no se sepa donde se va. Hay que seguir para adelante. Con todo. Hay un precioso texto de Ricardo Baroja (“Como se graba un aguafuerte”) que leí en estos días, que habla de ese empeño, que ha de ser constante frente a las limitaciones que cada uno tiene. Intentaré tenerlo presente, no olvidarlo, yo que a veces olvido si voy al primer o al tercer piso

...cuando toda mi actividad de aguafortista es quizá nociva, inútil para conseguir expresión artística, entonces es cuando más creo en lo inesperado corregido, en el accidente aprovechado, en la casualidad adaptada, en que aparezca algo genial, algo que esté por encima de lo correcto.”
(de “Como se graba un aguafuerte”, Ricardo Baroja)

*la imagen es "Modistas en el café", de Ricardo Baroja