Bitácora de Sergio Casado

domingo, 27 de mayo de 2012


Un mes laboralmente para olvidar, o inolvidable, según se mire. De no pegar ojo, tenso, nervioso, pero con ganas de batallar y pelear. Cuando nos llaman al rincón, como boxeadores, me tomo un Jack Daniel´s, pero sabiendo que hay otro asalto, y luego otro, y luego otro. Y escapo unos días a Madrid y empiezo a leer “El gran torbellino del mundo” de Baroja. Es un puro placer, un libro precioso y conmovedor. Leo parte de él durante el viaje en tren y lo remato en este domingo caluroso en Zaragoza, que más que primaveral parece ya veraniego. Las últimas páginas son de una belleza insólita. Sólo queda abrir la página que sigue, ver como continúa la historia.

Las muchachas, muy decididas y alborotadas, daban vueltas en el tiovivo y se columpiaban con verdadera furia. Los chicos miraban con admiración aquel torbellino de figuras doradas, y de espejos, todo rojo, reluciente, que daba vueltas vertiginosas, acompañado de las notas chillonas de un orquestón."
(de “El gran torbellino del mundo”, Pío Baroja)