Bitácora de Sergio Casado

sábado, 18 de febrero de 2012

Día en casa, por fin, después de ir de aquí para allá como un pato, leyendo poco y mal, aborrecido por el frío y la rutina de este mes. Así que viene bien quedarse recogido, hacer rosquillas y comérselas, deambular de una habitación a otra, ver algo de televisión y sobre todo leer algo que a priori despertaba confianza, “La felicidad conyugal”, una preciosa edición de Acantilado de este relato de Tolstoi. Ya leí, editados por Acantilado, dos libritos maravillosos de Tolstoi: “Confesión” y “La tormenta de nieve”. En todos ellos, resulta fascinante la irrupción, de repente, en la maravillosa prosa, de instantes trascendentes, reveladores. Esos instantes, escondidos, ocultos, me inquietan, me maravillan.

Pero el tiempo transcurría, la nieve encalaba con una capa cada vez más alta las paredes de la casa, y nosotros seguíamos estando siempre solos, y siempre el uno frente al otro; y sin embargo, allá, en algún lugar, en medio del brillo y el bullicio, multitud de gente experimentaba inquietudes, sufrimientos y alegrías sin pensar en nosotros ni en nuestra existencia, que poco a poco iba extinguiéndose. Lo peor para mí era que sentía cómo día tras día la rutina aherrojaba nuestra vida y le daba una forma determinada, cómo nuestro sentimiento perdía libertad al someterse al acompasado e impasible fluir del tiempo.”
(de “La felicidad conyugal”, Lev Tolstoi)

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