Bitácora de Sergio Casado

lunes, 23 de abril de 2012


Agarrarse a un libro. San Jorge, día de libros, de buen tiempo, de sacudirse cualquier desánimo. Ser positivos. Hojear unas líneas, unos párrafos, un texto favorito o uno nuevo. Una buena comida, un buen café, estar vivos, caminar, escuchar a Vivaldi a todo trapo. Combatir el cinismo, a los cenizos, a mi Hyde más tenebroso con la lucidez del Jekyll a veces cansado y derrotado.

Durante el reflujo, maravillas de formas y de colores se escurrían entre mis pies; yo quería tomarlas, pero se me escapaban; aquellas que alcanzaba, las encontraba más bellas que cuando las había entrevisto: trozos de nácar dignos de ornar una vitrina o, engastados en oro, de enjoyar el dedo de una mujer; pura ilusión de arena coloreada; fragmentos y guijarros que, al secarse, se volvían tan delustrados y vulgares como la gravilla del sendero de un jardín”.
(de “En los mares del sur”, Robert Louis Stevenson)

jueves, 12 de abril de 2012

Catarro para después de Semana Santa. Entre lluvias y tiempo plomizo hojeo un recorte que me pasó D, con una foto de Baroja en el Retiro, en 1950. Es de Nicolas Muller, un fotógrafo al que investigo y del que encuentro pequeñas maravillas en internet. Muller es ya otro fantasma. Baroja parece en esa foto un fantasma aparecido, de otro tiempo, fugaz, irreal, como salido de la niebla o del misterio, por un instante. Somos fantasmas, decía Gonzalo Suarez, y aquí quedará nuestro fantasma. Todo es un fantasma que viene y va, el párrafo escrito que te comunica algo especial, la obra ante la que pasas en un museo, la canción que suena y se evapora, ese libro que regalas y va a otra parte, como esas líneas de Baroja que ahora transcribo.

Vivían como hundidos en las sombras de un sueño profundo, sin formarse idea clara de su vida, sin aspiraciones ni planes, ni proyectos, ni nada”.
(de “La busca”, Pío Baroja)

jueves, 5 de abril de 2012

Levantarse a cada momento del ring, ante el rival, ante el árbitro tramposo. Jack London, en otro de sus cuentos de boxeo. Por tres euros encontré una vieja edición argentina, “Cuentos del abismo”, una antología con cuatro cuentos, a cual mejor. Dos de ellos aparecieron recientemente en “Knock out”, pero ese libro valía una pasta. Afortunadamente los he encontrado de otro modo. Merece la pena profundizar a fondo con London, seguir explorándolo. Uno sólo puede maravillarse ante la sencillez y verdad de lo que escribe. A mí me vale mientras siga en el camarote y no se vea claro el rumbo.

No era un combate. Era una carnicería, una matanza. Cualquier audiencia, salvo una de boxeo, habría agotado sus emociones en aquel minuto inicial. Danny estaba demostrando claramente lo que podía hacer: una espléndida exhibición. Tan grande era la certidumbre de la audiencia, así como su excitación y favoritismo, que nadie se dio cuenta que el mexicano todavía seguía en pie.”
(de “El mexicano”, Jack London)