Bitácora de Sergio Casado

miércoles, 14 de agosto de 2013

Intento averiguar algo de aquello que está terriblemente vivo en lo escrito con honestidad y verdad. Y en este caso, con la mayor brevedad. Y aprovecho una comida en la que está presente Miguel Pontaque para preguntarle por su premiado haiku, y me cuenta un poco el proceso, la decisión de presentarlo a un concurso y al final, cuando le pregunto por su manera de encarar la escritura, me dice que no escribe mucho, que prefiere leer. Luego leo su haiku, un prodigio, una vez más. ¡Qué grandioso regalo es la escritura y la subsiguiente lectura! ¡Cómo nos permiten escapar de las prisiones! Las prisiones son a veces rutinas, matracas y fantasmas, y esta mañana me distraía de lo que tenía programado hacer echando un vistazo a un par de libros. En uno de ellos, de Blaise Cendrars, encontré algo que me sedujo y lo apunté en un pedazo de papel, una línea que volvía a probar que todo lo que rodea a los libros es mágico:


... iluminada por los reflejos de inmensas lecturas...”
(de “Moravagine”, Blaise Cendrars)


Tras la vendimia / oreando las cepas / el viento solo.”
(Miguel Pontaque) // Haiku ganador del III Concurso Bodegas Florentino Martínez. 

domingo, 11 de agosto de 2013

Se está yendo y se irá del todo el verano. Otro más. La memoria que se va, el tiempo, esta tarde, los veranos olvidados. Las tardes largas. Este verano se quiere ir pero aún dura mientras escribo esto. Fugaz. Un instante. Se va. Se irá. Se está yendo. ¿Qué recuperaré de él? ¿Quedará algo? Unas líneas de lectura en un libro que cojo por un rato, pero que volverá a su estantería, para quedar cerrado, ¿por cuánto tiempo? El constante tiempo perdido. Mientras, ocupo mi mente en un constante vagabundeo para intentar escapar de los fantasmas.

En Santander no hallé el chalé de las vacaciones de antaño. La ladera de la colina que sube desde las playas del Sardinero hasta el hotel Real estaba parcelada. Allí donde en mi época, en la época de mi infancia, no había más que cuatro o cinco chalés, se alzaban varias decenas. En medio de todas aquellas novedades, no logré dar con el emplazamiento del antiguo chalé.
A lo largo de los años, fracasé una y otra vez en mi búsqueda de la casa perdida de Santander. Sabía perfectamente en que zona de la lujosa urbanización tenía que hallarse, pero no acertaba a descubrir la vía de acceso”.

(de “Adiós, luz de veranos”, Jorge Semprún)

viernes, 9 de agosto de 2013

Si no se detiene uno un momento a reflexionar, sin darse cuenta habrá pasado el verano. Pero todavía no. Que aguante el calor, para seguir buscando rincones y escondites en los que leer lo pendiente. Mientras pasan entrevistas de trabajo, incertidumbres constantes y otros fantasmas, buscaremos atajos para no entrar en los pantanos oscuros con perros terroríficos. Buscaremos luz en los libros.


... Recuerde, Sir Henry, una de las frases de aquella extraña leyenda antigua que nos leyó el doctor Mortimer y evite el páramo en las horas de oscuridad, cuando se intensifican los poderes del mal”.

(de “El sabueso de los Baskerville”, Arthur Conan Doyle)