Bitácora de Sergio Casado

lunes, 3 de junio de 2013

Luces

Stevenson como si fuera el piolet para ayudarse en la escalada. Para agarrarse fuerte en el pequeño párrafo, en la búsqueda de un poema mágico, en la necesidad de sacudirme el pensamiento oscuro buscando el pensamiento luminoso. Paró hoy el cierzo. Llevamos un Marzo, Abril, Mayo de lluvias, aires y casas que se quedan frías. Pero ya pasa, ya se va. Ya llega la luz de Junio, que ha de ser bueno, sí o sí. Junio para buscar libros, beber vino, caminar mucho, salir del rincón. Stevenson, esta vez, en su poema “El farolero” (“The lamplighter”), que me animo a traducir, por puro gusto, para mí mismo.

Mi té casi está listo y se ha puesto el sol.
Es momento de pegarse a la ventana y ver pasar a Leerie;
Cada noche a la hora del té y antes de que te acomodes,
Con escalera y con linterna él viene recorriendo la calle.

Tom podría ser un chófer y María irse al mar,
Y mi papá un banquero tan rico como sea posible;
Pero yo, cuando sea más mayor y pueda escoger que hacer
¡Oh, Leerie, daré vueltas por la noche y encenderé las farolas contigo!

Somos afortunados, con una farola delante de la puerta,
Y Leerie se detiene a encenderla tal y como hace con muchas otras;
Y oh, antes de que te apresures con escalera y con luz,
¡Oh Leerie, observa al niño pequeño y salúdale en la noche!”
(“El farolero”, Robert Louis Stevenson)