Bitácora de Sergio Casado

sábado, 29 de septiembre de 2012


Se fue el septiembre estupendo y llegan unos días oscuros, de lluvia. Por las mañanas voy a la universidad. Por las tardes leo mientras espero que el tiempo aclare. O no aclare y haya que recogerse más. Aunque uno se quede quieto, en casa, leyendo, con un buen café, quizá comiendo alguna galleta, puede uno andar en pleno desconcierto, sin brújuja, perdido, como cuando no das con la calle adecuada. O como cuando callejeas. Por eso quizá subrayo un fragmento del reciente "Diario de invierno" de Auster, un viaje de enumeración, de recuerdos que vienen y van, que se unen en una especie de corriente de la consciencia del autor, que escupe una especie de diario, o autobiografía, o parrafada que va de 1947 a 2011, al Auster de 64 años, al Auster que ya siente la vejez, que siente que algo se le escapa entre las manos. Su vida. El libro, como esa vida, a veces brilla, a veces es una pura enumeración cansina. No me detengo.


Siempre perdido, equivocándote siempre de dirección al tomar un camino, siempre sin llegar a parte alguna.”
(De “Diario de invierno”, Paul Auster)

miércoles, 19 de septiembre de 2012


Encuentros con gente que teme perder su puesto de trabajo, su plaza, su sitio. Hay que ponerse el traje de buzo superviviente, buceando entre toda esta incertidumbre. Siempre esta incertidumbre. Sinsabores de familiares machacados por la vida, por la vejez, por la lucidez que se esfuma. ¿Cómo seguir adelante, ellos y nosotros? Y por la tarde leo y mal leo aquí y allá, cojo alguno de mis libros apilados, algunos tanto tiempo sin abrir. Buscando algo, alguna respuesta. Siempre buscando alguna respuesta, algún latigazo, algún sentido, algún empujón. En “A la luz de la linterna”, una recopilación de ensayos de Stevenson, aparece “Polvo y sombra”. Seguro que en Stevenson encontraré algo para hoy, unas líneas, algo para intentar recuperar la certidumbre, para enjuagar los sinsabores, para permanecer firmes mientras el otoño parece que viene un rato y al poco se arrepiente.


... no quiera Dios que el hombre – la criatura erguida, el razonador, el sabio desde su punto de vista -, no quiera Dios que se canse de hacer el bien, que se desespere por el esfuerzo no recompensado o que se abandone al lenguaje quejumbroso. Baste, para su fe, que toda la creación gima en su mortal fragilidad y luche con una constancia inconquistable: no todo será, seguramente, en vano”.
(de “Polvo y sombra”, Robert Louis Stevenson).


lunes, 17 de septiembre de 2012


Alguna voz habrá estos días que recuerde a Labordeta, voz de Aragón que una vez desaparecida, deja esta tierra tan huérfana de algo que no sea mostrenquez, que queda uno totalmente desanimado. Leo esta tarde la “Historia de Paletonia” de Labordeta, que en 1977 escribió unas crónicas sobre esta tierra desnaturalizada ya, sin rumbo, que no sabe lo que fue (si alguna vez fue algo), lo que es, ni lo que quiere ser. Un puro absurdo. Por aquí quedan los últimos resistentes, como Xoquín o Maestre Paz, entre otros. Pero sin El-Llaboreta, tras el que no-se-esconde Labordeta, Paletonia es cada vez mas Paletonia. Paletonia del Imperio Romano. Ahora Paletonia del Imperio Germánico de Merkel y las voces del Imperio del No-Se-Qué. Sólo queda seguir leyendo y recordando a Labordeta, para no acabar del todo pensando como todos.


... Villa Paletón se hizo un monstruo, pues la ilusión era meter a todo el personal en ese corrico: cuanto más gente, más casas; cuantas más casas, más cemento; cuanto más cemento, más dividendos y cuantos más dividendos, más alegría en el templo Pardus Vincitorix, directamente unido a los templos romañones de los Alpes – actual Suiza.”
(de “Historia de Paletonia”, de Jose Antonio Labordeta).

viernes, 14 de septiembre de 2012


Hay dos yoes. Uno alucinado, que le gusta el abismo, que va donde el otro nunca se aventura. En mi caso se aparece, apareció un rato. Cree vislumbrar una realidad escondida, un orden oculto. Pero el otro yo le dice que es una alucinación, una imaginación, un desequilibrio. Pero al otro yo le gusta cuando ese yo alucinado aparece y se deja llevar por esas alucinaciones, y escribe, o bebe, o improvisa, o cree en sí mismo, o cree hallarse en un momento mágico, como si estuviera fuera de sí. Jekyll y Hyde están siempre juntos, siempre buscando apoderarse del otro e imponer su presencia, su dominio. Ojalá pudiera empezar un cuaderno nuevo, o seguir el anterior. Escribir de nuevo y ser poseído por el alucinado, pero no es así. Estoy ahora en la planicie y añoro el abismo. Y no me veo capaz de provocarlo. Ha de aparecerse.


... Fue en el aspecto moral, y en mí mismo, donde aprendí a conocer la total y primitiva dualidad humana; vi que había dos naturalezas que contendían en el campo de mi conciencia; sin faltar a la verdad, podía asegurarse que cualquiera de las dos era la mía propia, ya que, en realidad, aunque fuesen contradictorias, ambas eran mías. ….”
(de “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, Robert Louis Stevenson). 

jueves, 6 de septiembre de 2012

El cabo de Buena Esperanza


Unos días estupendos de arranque de septiembre. Un instante breve antes del otoño. Las preocupaciones, los malestares, las dudas, la confusión, están siempre metidas en las lentejas de cada día, pero hay que mantenerse firme en el barco. Arranqué esta bitácora hace un año, intentando recordar, tener siempre presente el viaje de Slocum en el Spray. Tengo el libro siempre cerca, a mano, para leer un párrafo o una página. Es un leit-motiv, una manera de ver y encajar. No podemos perder las ilusiones, ni dejar de alegrarnos por estar vivos, por caminar un rato, por vivir en paz, entre tantos problemas (pequeños o grandes). Y a esos problemas, no apartarles la cara, no mirar para otro lado, no esconderse. Estar vivos y luchar. Y cuando se pueda, disfrutar.

... No es que las temiese más a bordo del Spray que en un barco grande, sino que siempre he preferido, a ser posible, el tiempo bueno en cualquier circunstancia. Verdad es que en toda época puede encontrar tempestades fuertes en las cercanías del cabo de Buena Esperanza, pero en verano son menos frecuentes y no duran tanto. … ”.
(de “A bordo del Spray”, Joshua Slocum)