Bitácora de Sergio Casado

sábado, 31 de diciembre de 2011

Último día del año con la idea de Stevenson todavía en la cabeza: ganar poco y gastar menos. Hay que dar batalla a la ignorancia, a la estupidez de la que hablaban Eco y Carrière, leyendo más que nunca. Hay que buscar la dignidad, apartarse del mediocre que no aspira a mejorar sino sólo a su propio pesebre. La importancia de la feroz resistencia ante cualquier desánimo que nos asalte.

... nos aproximábamos a aquellas playas desconocidas con algo de aquel placer angustioso que hace extremecer el corazón de los exploradores la víspera de sus descubrimientos.”
(de “En los mares del sur”, Robert Louis Stevenson)

martes, 27 de diciembre de 2011

Frío en aumento en estos días finales del año. Voy por la casa de un lado a otro, repaso las notas que he escrito en este año y veo nombres de algunos que se han ido, viejos correos, citas que me gustaron, algún diálogo, algún proyecto poco claro y algún viaje. Me veo a mí mismo enfadado, contento, eufórico, luego inquieto o confuso, decepcionado o derrotado. Me veo de muchas maneras. Las pequeñas notas de un año resultan una especie de caleidoscopio de algo impalpable, intocable, ido. Mientras tanto, me fijo en un buen libro, “Nadie acabará con los libros”, una especie de diálogo entre Umberto Eco y Jean Claude Carrière, a veces sabios, a veces viejos chalados por los libros, otras simplemente dos personas charlando sobre el nuevo mundo que se les ha echado encima, de internet, de cine, de la estupidez siempre presente entre y dentro de los seres humanos. Ambos deben rondar los ochenta años, y resulta fascinante leerles en ese diálogo ya impreso, perpetuo, fijado, que permanecerá cuando ambos desaparezcan.

... Hay, pues, redescubrimientos colectivos, pero también redescubrimientos personales, valiosísimos, que cada uno de nosotros puede hacer, una tarde, hojeando un libro olvidado.”
(Jean Claude Carrière en “Nadie acabará con los libros”, de Umberto Eco & Jean Claude Carrière)

sábado, 24 de diciembre de 2011

Recordar pasadas Nochebuenas, recordar los que no están y acercarse a los que sí están, armarse de valor en esta Navidad, Natividad, Nacimiento, Oportunidad de cosas nuevas, de proyectos, de viajes, de luchas, de esperanzas y de tempestades con las que habrá que lidiar. En medio de eso, arranco la mañana con la lectura de Stevenson, que será un ritual más en cada Nochebuena. Repaso estos días mis notas a lápiz y bolígrafo del año y veo cada dos por tres palabras como confusión e incertidumbre, ante las crisis personales, siempre acechantes, y ante la general, feroz. Y leo en Stevenson antídotos frente a esto, en una mirada a palabras siempre en desuso, como honradez y amabilidad. Cierro el pequeño libro y escribo.

“ … Ser honrado, ser amable..., ganar poco y gastar un poco menos, conseguir que nuestra presencia haga generalmente más feliz a nuestra familia, saber renunciar a algo cuando sea necesario y no amargarse por ello, tener pocos amigos, pero leales -y, sobre todo, con esa misma e inflexible condición, ser amigos de nosotros mismos-: he aquí una tarea digna de la fortaleza y de la sensibilidad de todo hombre. … ...”
(de “Sermón de Navidad”, Robert Louis Stevenson)

jueves, 15 de diciembre de 2011

Empezamos a ver “The artist” a las tantas. Yo todavía con el catarro y O. cansado de la jornada. Decimos algunas tonterías pero pronto nos vamos callando, sorprendidos quizá de lo que estamos viendo, la prueba que surge cada cierto tiempo, la prueba de un cine vivo, en el que divisas a alguien detrás, que ha hecho ese trabajo con la pasión de hacer algo bien hecho. Es el caviar del cine, el dulce artesano de la buena pastelería. Brilla el trabajo de ese cineasta, Michel Hazanavicius, y el equipo de actores (Dujardin, Bejo, Goodman y otros), de técnicos, de un grupo de gente que no ha pensado en la taquilla, sino en una historia que tenían que contar, imperiosamente. En “The artist”, como hace poco en “Midnight in Paris”, hay algo así como una interpretación de las teclas adecuadas, del tempo correcto, del oficio, del romanticismo y la mirada ausente de cinismo. Todo parece mejor, nosotros, los espectadores, la película, la sala parece mejor, más elegante, la pantalla, todo, como en un viaje a un tiempo paralelo, a algo que escapa de lo rancio y feo de nuestra vida cotidiana. “The artist” es ese viaje.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Tras el lumbago, catarro. Paracetamoles, caramelos y soniquete de El bigotes, Camps, Urdangarin de fondo. Muchos euros por informes, empresas fantasmas, pelotazos, mansiones, maneras de vivir indignas se mire como se mire. Se forma el nuevo Parlamento y más bien se le hace a uno un nudo en la garganta. Como para tener espíritu navideño. Papa Noel ahora se hincha a caviar y regala juguetes clónicos a mansalva. Los Reyes Magos deben tener al yerno haciendo trapalas, quitándole la comida a los camellos.

... Y todo esto se hace al amparo de la ley, todo honradamente.  El que cae en manos de un usurero no se librará de él sino cayendo en las de otros; trabajará toda su vida para engordar a los vampiros. ¡Pobre insecto aprisionado en la tela de araña! ...”
(de “Escándalos de Madrid: las artes de la usura”, Pío Baroja)

domingo, 11 de diciembre de 2011

Llega el invierno y se va uno aprovisionando de guantes, bufandas y gorros. Cae uno en la pinza de chocolate ocasional, en el turrón artesano de nueces, en un buen trozo de queso para recuperar energías a cualquier hora. Vaya hambre. El frío intenso siempre me recuerda pasajes de Jack London, de viajeros enterrados en la nieve, de perros hambrientos que tiran y tiran de trineos en lugares desolados. A veces surge la pequeña hoguera, la bebida caliente, la dureza de los hombres curtidos en esos viajes. Anoche, en vez de hacer caso de la matraca del fútbol, volví a echar mano de un pequeño libro de London, buscando uno de sus fragmentos llenos de verdad, donde late la mejor literatura, donde uno encuentra provisión para el viaje en la Alaska de lo cotidiano.

... … Pero nada es más prodigioso, nada más pasmoso, que la demostración inerte del gran silencio blanco. Todo está inmóvil, el cielo se despeja y adquiere tonos cobrizos; el menor murmullo es experimentado como una profanación. El hombre, entonces, se vuelve temeroso y se espanta de su propia voz. Adquiere conciencia de ser el único destello de vida en medio de esta muerta inmensidad; su audacia lo confunde; advierte que no es más que una lombriz y que su existencia no tiene precio. Extraños pensamientos atraviesan el desierto de su espíritu; se siente anonadado por el misterio.”
(de “El silencio blanco”, Jack London)

martes, 6 de diciembre de 2011

La imagen de la crisis es la de los locales cerrados, la de monobloques de pisos vacíos o a medio construir, la de bibliotecas y universidades decadentes, la del desprecio por la lectura, la de la dictadura de la ignorancia, de un modo de vivir que resulta ajeno y cada vez comprendo menos. Es la imagen de la desunión europea, la esquizofrenia española, los desmanes de unos pocos, la avaricia, el egoísmo, el sálvese el que pueda, la intoxicación informativa y el adoctrinamiento de la masa en un único sentido. Usted apechugue con lo que le dicen y no lo cuestione. Hay una aparente democracia, en la que uno puede aislarse o apartarse, pero a costa de diferenciarse sustancialmente. Ante ese maremágnum y la dificultad para saber como maniobrar, como dirigir el timón, apunto alguna u otra cosa que espero me ayude. Hubo un apagón hace un par de noches en mi barrio, y la pequeña luz del móvil me servía para guiarme por la casa, para intentar tropezar lo menos posible. Hay que buscar pequeñas linternas, o velas, o cualquier pequeña luz para guiarnos en el apagón cultural y moral acechante, que poco a poco puede invadirnos por completo. En la reciente feria del libro en México, coincidieron Vargas Llosa y Hertha Müller. Apunté algo de lo que dijeron, como si fuera una de esas pequeñas luces. De Vargas Llosa: “La literatura nos crea un tipo de desasosiego que nos hace más difícil ser manipulados. Por eso siempre ha sido considerada como algo sospechoso por los regímenes que quieren controlar la vida de la gente de la cuna a la tumba. La literatura es un instrumento de defensa de la libertad”. Hertha Müller: “La escritura es clave para comprender la vida. Es un medio único para oponerse a las dictaduras”.