Bitácora de Sergio Casado

domingo, 26 de febrero de 2012

Es un poco como si uno no supiera vivir. Como si cada día, con casi cuarenta años, haya que seguir aprendiendo. O desaprendiendo a vivir como a uno le dicen. La murga de los días, de Febrero. Espejismos que aparecen, van y vienen, el tic tac del reloj y la modorra que hay que sacudirse a costa de lo que sea. Leo un rato fragmentos de Pessoa en PDF, abro la ventana un rato para ventilar.

Continuamente siento que he sido otro, que he sentido otro, que he pensado otro. Aquello a lo que asisto es un espectáculo con otro escenario. Y aquello a lo que asisto soy yo”.
(De “El libro del desasosiego”, Fernando Pessoa)

sábado, 18 de febrero de 2012

Día en casa, por fin, después de ir de aquí para allá como un pato, leyendo poco y mal, aborrecido por el frío y la rutina de este mes. Así que viene bien quedarse recogido, hacer rosquillas y comérselas, deambular de una habitación a otra, ver algo de televisión y sobre todo leer algo que a priori despertaba confianza, “La felicidad conyugal”, una preciosa edición de Acantilado de este relato de Tolstoi. Ya leí, editados por Acantilado, dos libritos maravillosos de Tolstoi: “Confesión” y “La tormenta de nieve”. En todos ellos, resulta fascinante la irrupción, de repente, en la maravillosa prosa, de instantes trascendentes, reveladores. Esos instantes, escondidos, ocultos, me inquietan, me maravillan.

Pero el tiempo transcurría, la nieve encalaba con una capa cada vez más alta las paredes de la casa, y nosotros seguíamos estando siempre solos, y siempre el uno frente al otro; y sin embargo, allá, en algún lugar, en medio del brillo y el bullicio, multitud de gente experimentaba inquietudes, sufrimientos y alegrías sin pensar en nosotros ni en nuestra existencia, que poco a poco iba extinguiéndose. Lo peor para mí era que sentía cómo día tras día la rutina aherrojaba nuestra vida y le daba una forma determinada, cómo nuestro sentimiento perdía libertad al someterse al acompasado e impasible fluir del tiempo.”
(de “La felicidad conyugal”, Lev Tolstoi)

lunes, 6 de febrero de 2012

Ola de frío intenso que llega con Febrerico el corto. Tardes con chocolate caliente. Y ayer me desayuno leyendo una breve nota sobre la desaparición de Omar Pérez Butler, actor y representante de actores. Tenía 85 años y pude conocerle en Madrid hace unos meses. A su edad podía beber whiskey, despacio, con calma, uniendo el poder del alcohol a la reflexión de la palabra. Era un uruguayo que vino a España a buscarse las lentejas, que fue actor y representante, siempre comprometido con la izquierda que está quedando enterrada y olvidada, la de aquellos rojos que ahora parecen sombras, fantasmas. ¿Qué queda ahora de ellos?
La resistencia aquí se unía a la cultura. Aquella tarde de verano en Madrid me habló de “El canto del cisne”, la obra de Chejov sobre un veterano actor al que la muerte acecha y que Omar interpretó al final de su vida.

¡A los años no se les puede hacer volver! ¡Se ha apurado ya el contenido de la botella, y sólo queda un poquito en el fondo! … Pero ¡eso que queda son posos!... ¡Así es! ¡Así es, Vasiuscha!... ¡Lo quieras o no, ya es hora de que empieces a ensayar el papel de muerto!”
(de “El canto del cisne”, Anton Chejov)