Bitácora de Sergio Casado

miércoles, 8 de agosto de 2012


Días en Madrid achicharrado, para atiborrarme de cine, rematar la trilogía de Baroja con “Los amores tardíos”, maravillarme con ese Jack London de “Martín Eden”, ver las exposiciones de William Blake, Hopper o E.L. Kirchner. Me retiro un rato. Camino y voy allí y allá. Pero los momentos en que me encuentro mejor es cuando estoy con un libro, buscando frases o párrafos mágicos, cuando escucho algo de música clásica o cuando de mañana voy a hacer la compra al mercado. Son los pequeños pasadizos para salir de la confusión y la incertidumbre, sabiendo que mi pesimismo y ansiedad no pueden sacudirse de cualquier manera. Se puede vivir con poco, comprar libros baratos, comer humildemente, y olvidarse del Jekyll que te habla con la otra voz, la voz de otro yo.


Éste es un gato español, traído de un barco. Es tuerto y está lleno de heridas. Es un gato aventurero; debe ser soldado de algún duque de Alba gatuno. Yo le llamo viejo bandido; asesino de gatos pequeños. Suele pasar tres y cuatro días fuera, no se sabe en dónde, y, según parece, riñe con los demás gatos. Después de sus excursiones vuelve a casa y pasa días durmiendo en una silla, cerca del fuego, hasta que, sin duda, toma fuerza y se larga de nuevo a seguir sus aventuras”.
(de “Los amores tardíos”, Pío Baroja)


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