Bitácora de Sergio Casado

sábado, 29 de septiembre de 2012


Se fue el septiembre estupendo y llegan unos días oscuros, de lluvia. Por las mañanas voy a la universidad. Por las tardes leo mientras espero que el tiempo aclare. O no aclare y haya que recogerse más. Aunque uno se quede quieto, en casa, leyendo, con un buen café, quizá comiendo alguna galleta, puede uno andar en pleno desconcierto, sin brújuja, perdido, como cuando no das con la calle adecuada. O como cuando callejeas. Por eso quizá subrayo un fragmento del reciente "Diario de invierno" de Auster, un viaje de enumeración, de recuerdos que vienen y van, que se unen en una especie de corriente de la consciencia del autor, que escupe una especie de diario, o autobiografía, o parrafada que va de 1947 a 2011, al Auster de 64 años, al Auster que ya siente la vejez, que siente que algo se le escapa entre las manos. Su vida. El libro, como esa vida, a veces brilla, a veces es una pura enumeración cansina. No me detengo.


Siempre perdido, equivocándote siempre de dirección al tomar un camino, siempre sin llegar a parte alguna.”
(De “Diario de invierno”, Paul Auster)

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