Bitácora de Sergio Casado

miércoles, 12 de octubre de 2011

La voluntad

Manuel siempre sube por la escalera. También Toni Alarcón o Roberto Sánchez. A veces otros habituales suben silenciosos o usan el ascensor en lugar de la escalera y me cazan desprevenido, como Fernando Asta o Ramón Perdiguer, que ayer vino a ver “Intruders” y me pilló leyendo “Picnic en Hanging Rock”. Otras veces su voz ya destaca antes de que empiecen a subir, desde la planta calle de Renoir. Echo de menos las visitas de Julián Ruiz, que me regaló un día una biografía de Baroja escrita por Arbó. A veces vienen Amparo Martínez, Agustín Sánchez Vidal o Emilio Gastón. Echo de menos la aparición de Joaquín Aranda o Alberto Sánchez. Son y fueron encuentros siempre breves. Es la condena o la maravilla de la fugacidad, según se mire. En estos días imagino que no es real, que cualquier día veré subir la escalera a Félix Romeo. Inquieto, vuelvo a recordarle y busco papeles por casa. Hojeo por un instante su libro amarillo. Aparece la crítica de un libro de Marsé y otro recorte, un retrato que hizo de Labordeta y su voluntad. Lo curioso es que parece que al hablar de la voluntad de Labordeta, hable también de la suya propia. Hay que mantener la voluntad, como sea.


A Labordeta le gustaba recordar que su primera aparición como músico había sido en el viejo casino de Belchite: silbando la melodía de “Sólo ante el peligro”. Al terminar la actuación, un paisano se le acercó para decirle que no tenía ningún futuro y que sería mejor que se dedicara a otra cosa. Le gustaba recordarlo porque la historia tiene algo de película del Oeste, de “saloon” y pistoleros, pero también le gustaba porque explicaba cómo su vida se había forjado gracias a la voluntad: la única forma de hacer las cosas es haciéndolas, sin miedo, con riesgo, con alegría, con entusiasmo y dándole a la opinión de los demás la justa importancia.”
(de “Sólo ante el peligro”, Félix Romeo)

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