Bitácora de Sergio Casado

sábado, 12 de noviembre de 2011

Ahí en el rincón puede estar escondido el momento, la imagen, la sensación. Uno lee libros de bibliotecas, de librerías donde están relucientes, nuevos, a veces muy caros para el bolsillo maltrecho. Y luego de repente, en un rastrillo, con descuento adicional, aparece enterrado entre muchos otros libros uno que te llama la atención. ¿Quién sería María Bashkirtseff? Buscas allí y allá, te enteras que fue pintora, que murió con veinticuatro años, que escribió este diario que tienes entre tus manos. A las primeras páginas ya estás atrapado; la sensibilidad es extraordinaria, luminosa, lúcida, muy brillante, inaudita. Luego descubres que esa edición fue falseada, troceada, masacrada desde los auténticos diarios completos de Bashkirtseff, descubres a una mujer que llegó hasta los límites de la curiosidad, de la capacidad, empeñada en brillar tanto como fuera posible, en comerse la vida y resistirse con todas sus fuerzas a ser derrotada. Incluso en esta versión troceada publicada por Austral hace muchos años, atinas a maravillarte con la verdadera estatura de esta mujer, sólo apuntada, rota prematuramente. Descubres que sólo ves una pequeña parte de un iceberg, que la mayoría de su imagen está enterrada en el olvido, que incluso su edad era otra. Hay que dudar de todo, tener curiosidad, dudar de uno mismo. Bashkirtseff lo hace continuamente en su diario, o al menos en esta breve semblanza que aparece en la edición naranja de Austral de 1940, que tengo en mis manos. No queda otra que seguir buscando en lo escondido, en un rastrillo, en la memoria, quizá a la vuelta de la esquina, intentando estar sereno y con el ánimo alto.


¿Quién me devolverá mi juventud desperdiciada, agostada, perdida?”
(de “Diario de mi vida: 23 de Julio de 1880”, Maria Bashkirtseff)

("Autorretrato", 1880; "Otoño", 1883, Maria Bashkirtseff)

No hay comentarios:

Publicar un comentario