Bitácora de Sergio Casado

viernes, 1 de noviembre de 2013

Los maestros de David Trueba

Porque sólo la creación apasionada triunfa del olvido”
(Antonio Machado, “ Juan de Mairena”)



Madrid, 1987”, de David Trueba, pudo verse en Zaragoza gracias a la colaboración del Paraninfo de la Universidad en el verano de 2012. Nadie la había estrenado. Estábamos y seguimos estando metidos en una borrasca de cines cerrados, bibliotecas sin presupuesto para libros y profesores recortados. Los profesores siguen siendo nuestra esperanza y nuestra lucha en 2013 y ahora llega a las salas la que en principio pudo titularse “Almería, 1966” y finalmente ha resultado ser “Vivir es fácil con los ojos cerrados”, segunda película de una serie que Trueba define como trilogía de “personajes insignificantes en fechas no relevantes, para evidenciar mi idea de que las sociedades las cambian la gente común y no los nombres que pueblan los libros de historia”.

Un profesor de inglés encarnado por Javier Cámara emprende un viaje en su SEAT 850, en el año 1966, hacia Almería, con el deseo de conocer a John Lennon (que se encuentra allí rodando una película con Richard Lester), con cuyas canciones enseña inglés a sus alumnos. Fueron usados dos coches durante el rodaje y el de la ficción fue bautizado como "Alfredo", homenajeando al actor desaparecido: “Le puse de nombre Alfredo porque su cara me recordaba mucho a la de Landa, que murió justo al comenzar el rodaje; funcionaron de maravilla, aguantaron todo el rodaje, eran rocas y estábamos todos enamorados del coche. Fue mi idea de coche desde el principio porque lo tenía asociado a uno que tuvo uno de mis hermanos, que era idéntico, de idéntico color y que un día nos quitó definitivamente la policía en el semáforo de Cibeles, porque ya no conseguíamos pasar la ITV con él”.

Artículos de ocasión”, libro recopilatorio editado en Zaragoza por Xordica en 1998, tenía un prólogo del profesor Tomás Fidalgo que planteaba dudas sobre el futuro del entonces (y ahora) articulista, guionista, novelista y cineasta. Fidalgo era un tanto duro y su prólogo un puro delirio. Aquel libro del joven Trueba ya tenía buenos artículos como “Plácido U.S.A” o “Las cenizas de Julio Alejandro”, que apuntaban lo importante que son los compañeros de oficio, los amigos, que son maestros y convierten a un joven cineasta en lo que ha llegado a ser. Los maestros de Trueba han sido actores: “Desde mi primer guión, donde hasta tenía una escena como actor junto a Cassen, siempre he sentido veneración por ciertos actores; si algo me gusta de Cámara es que no desentonaría en una película junto a Pepe Isbert y Manolo Aleixandre”.

Se me ocurre la idea de una carrera, de un rumbo bien trenzado, desde que Trueba encadena “La silla de Fernando” (codirigida con Luis Alegre, película conversación con Fernando Fernán Gómez), la serie de televisión “¿Qué fue de Jorge Sanz ?” (quizá su mejor trabajo) y “Madrid, 1987” con Pepe Sacristán y María Valverde. Son películas realizadas con precariedad de medios, aunque con entusiasmo a raudales. Pero Trueba, a quien leo y sigo, cineasta de esos en los que busco algún tipo de humor e iluminación, me lo desmiente: “La idea de carrera es siempre un error que te lleva a autocitarte; cada paso responde más a mi propio apetito que a una idea de rumbo, que no me interesa en absoluto”.


Si ese rumbo no existe, existen esas películas, afortunadamente. Existieron Rafael Azcona, y Julio Alejandro, por ejemplo, y ellos son ahora parte de David Trueba, que así se ha convertido en una especie de árbol único y extraño; se ha convertido en un cineasta que es de Madrid, pero también de Zaragoza o de Logroño. Todos ellos están en ese viaje en SEAT 850 hacia Almería. Porque sin un Juan de Mairena, sin maestros, el arbolito difícilmente puede crecer por sí solo y convertirse en un gran roble. Un profesor nunca puede rendirse. Les necesitamos desesperadamente. El profesor que interpreta Javier Cámara, para Trueba, está inspirado en un profesor real, que existió, que sigue existiendo hoy en día, el que representa la dignidad moral, el que todos queremos encontrarnos en nuestro camino, en esta borrasca en la que vivimos. Porque somos niños que necesitamos al maestro. Y así nos quedamos, con unos versos de Julio Alejandro: “una mano de niño, se adentra, sin acucia, en la borrasca”.  

*"Los maestros de David Trueba": texto publicado en Heraldo de Aragón, Artes & Letras, página 8, 31 de Octubre de 2013

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