Anoté
el otro día: Me gusta curiosear en librerías y bibliotecas
públicas. Hay siempre estanterías que raramente son visitadas,
libros que pueden estar inamovibles en el lugar que se les ha
asignado, durante meses y años. Y el lector, muchas veces, pasará
por sus páginas distraído. Lo leído irá casi siempre al olvido, a
un pozo sin fondo. Muchos libros pueden estar escondidos y muchos
párrafos de especial brillo quedan enterrados, como caminos por los
que raramente pasa algún viajero. Igual pasa con los poemas,
anhelos, los sueños del que escribe. Y si no los escribe será como
si nunca hubieran existido.
En esa
extraña búsqueda de hace unos días, respecto a la obsesión del
vagabundo Baroja con el vagabundo Verlaine, encontré en una de las
novelas más olvidadas de Don Pío, un texto que tenía que rescatar,
para este rincón, para juntarlo con unos versos del poeta, para
juntarlos en el Jardín de Luxemburgo:
“Por
entonces, quedaba todavía en París muy vivo el recuerdo de
Verlaine. Luis le había leído hacía poco, y estaba en la fiebre
primaria del entusiasmo por sus versos. En algunas calles inmediatas
al jardín de Luxemburgo, sobre todo en la de Monsieur Le Prince,
entonces llena de cafetuchos y de cabarets, se veían en los
escaparates cartas lamentables del poeta, en las que pedía dinero a
sus conocidos, cartas que se vendían a tres y cuatro francos a los
coleccionistas.
A
algunos tipos de hombres ya de edad y a las viejas cocotas que veía
en el café d´Harcourt o en la taberna del Panteón, Luis, llevado
de su curiosidad por aquel poeta que con sus versos tanto le había
deleitado, solía preguntarles: “ Y ustedes no conocían a Paul
Verlaine?”.
Ellos
y ellas le tenían por un mendigo, que andaba a veces por el jardín
de Luxemburgo, siempre con gente desarrapada.
“¡Un
mendigo! Pero ¡si era un gran poeta!” decía él, con asombro”.
(de
“El cantor vagabundo”, Pío Baroja)
“Id,
pues, vagabundos sin tregua,
Errad,
funestos y malditos,
A
lo largo de los abismos y de las playas
Bajo
el ojo cerrado de los paraísos”.
(de
“Grotescos”, Paul Verlaine)
*Imagen de "Un caminante o vagabundo", 1907, Ricardo Baroja.
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