Bitácora de Sergio Casado

miércoles, 16 de octubre de 2013

Baroja y Verlaine, vagabundos en el Jardín de Luxemburgo

Anoté el otro día: Me gusta curiosear en librerías y bibliotecas públicas. Hay siempre estanterías que raramente son visitadas, libros que pueden estar inamovibles en el lugar que se les ha asignado, durante meses y años. Y el lector, muchas veces, pasará por sus páginas distraído. Lo leído irá casi siempre al olvido, a un pozo sin fondo. Muchos libros pueden estar escondidos y muchos párrafos de especial brillo quedan enterrados, como caminos por los que raramente pasa algún viajero. Igual pasa con los poemas, anhelos, los sueños del que escribe. Y si no los escribe será como si nunca hubieran existido.
En esa extraña búsqueda de hace unos días, respecto a la obsesión del vagabundo Baroja con el vagabundo Verlaine, encontré en una de las novelas más olvidadas de Don Pío, un texto que tenía que rescatar, para este rincón, para juntarlo con unos versos del poeta, para juntarlos en el Jardín de Luxemburgo:

Por entonces, quedaba todavía en París muy vivo el recuerdo de Verlaine. Luis le había leído hacía poco, y estaba en la fiebre primaria del entusiasmo por sus versos. En algunas calles inmediatas al jardín de Luxemburgo, sobre todo en la de Monsieur Le Prince, entonces llena de cafetuchos y de cabarets, se veían en los escaparates cartas lamentables del poeta, en las que pedía dinero a sus conocidos, cartas que se vendían a tres y cuatro francos a los coleccionistas.
A algunos tipos de hombres ya de edad y a las viejas cocotas que veía en el café d´Harcourt o en la taberna del Panteón, Luis, llevado de su curiosidad por aquel poeta que con sus versos tanto le había deleitado, solía preguntarles: “ Y ustedes no conocían a Paul Verlaine?”.
Ellos y ellas le tenían por un mendigo, que andaba a veces por el jardín de Luxemburgo, siempre con gente desarrapada.
¡Un mendigo! Pero ¡si era un gran poeta!” decía él, con asombro”.
(de “El cantor vagabundo”, Pío Baroja)

Id, pues, vagabundos sin tregua,
Errad, funestos y malditos,
A lo largo de los abismos y de las playas
Bajo el ojo cerrado de los paraísos”.
(de “Grotescos”, Paul Verlaine)


*Imagen de "Un caminante o vagabundo", 1907, Ricardo Baroja. 



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