Bitácora de Sergio Casado

domingo, 11 de agosto de 2013

Se está yendo y se irá del todo el verano. Otro más. La memoria que se va, el tiempo, esta tarde, los veranos olvidados. Las tardes largas. Este verano se quiere ir pero aún dura mientras escribo esto. Fugaz. Un instante. Se va. Se irá. Se está yendo. ¿Qué recuperaré de él? ¿Quedará algo? Unas líneas de lectura en un libro que cojo por un rato, pero que volverá a su estantería, para quedar cerrado, ¿por cuánto tiempo? El constante tiempo perdido. Mientras, ocupo mi mente en un constante vagabundeo para intentar escapar de los fantasmas.

En Santander no hallé el chalé de las vacaciones de antaño. La ladera de la colina que sube desde las playas del Sardinero hasta el hotel Real estaba parcelada. Allí donde en mi época, en la época de mi infancia, no había más que cuatro o cinco chalés, se alzaban varias decenas. En medio de todas aquellas novedades, no logré dar con el emplazamiento del antiguo chalé.
A lo largo de los años, fracasé una y otra vez en mi búsqueda de la casa perdida de Santander. Sabía perfectamente en que zona de la lujosa urbanización tenía que hallarse, pero no acertaba a descubrir la vía de acceso”.

(de “Adiós, luz de veranos”, Jorge Semprún)

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