Bitácora de Sergio Casado

lunes, 3 de noviembre de 2014

El árbol


Es posible guardar un breve instante para resistirnos a la fugacidad. Recogemos una hoja de los árboles del otoño y la guardamos en un libro. Recogemos el libro en un armario y meses después nos lo encontramos. El libro, que encontré en ese rincón mágico de Zaragoza que es Libros del Rescate, es extremadamente placentero al tacto, en la cubierta de papel rojo con el título: "Jardín de la memoria". Al abrirlo los poemas nos invaden. Nos acercamos a uno, a otro, a uno enfrentado al otro en páginas consecutivas. El otoño amenaza y la intemperie puede ser total. Un país descompuesto, con la putrefacción de una sociedad enferma que ojalá despierte. Pero la buena compañía, el rincón acogedor, los afectos y los buenos libros nos ayudarán. José Antonio Labordeta es eterno, infinito en su Parque Grande, y dentro de ese parque, en su Jardín de la memoria.


"Permanece en silencio, solitario, 
en mitad de la plaza
como un pájaro olvidado
o quizás como una nube amaestrada
por vientos tramontanos.
No es ni sombra ni cobijo
de pájaros urbanos. No es, apenas,
el pudor de la tierra
izándose desde la tierra misma
hacia los cielos. Es, tan solo,
un árbol ciudadano
bajo de mi ventana, más próximo al cemento
que a las grandes praderas
donde están sus hermanos
asentados. Tiene la palidez
de un empleado de banco y la turbia
timidez de los abandonados. Tan sólo
cuando pierde las hojas
recuerdo que es un árbol y lo amo."
("El árbol", José Antonio Labordeta)

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