Encuentros
con gente que teme perder su puesto de trabajo, su plaza, su sitio.
Hay que ponerse el traje de buzo superviviente, buceando entre toda
esta incertidumbre. Siempre esta incertidumbre. Sinsabores de
familiares machacados por la vida, por la vejez, por la lucidez que
se esfuma. ¿Cómo seguir adelante, ellos y nosotros? Y por la
tarde leo y mal leo aquí y allá, cojo alguno de mis libros
apilados, algunos tanto tiempo sin abrir. Buscando algo, alguna
respuesta. Siempre buscando alguna respuesta, algún latigazo, algún
sentido, algún empujón. En “A la luz de la linterna”, una
recopilación de ensayos de Stevenson, aparece “Polvo y sombra”.
Seguro que en Stevenson encontraré algo para hoy, unas líneas,
algo para intentar recuperar la certidumbre, para enjuagar los
sinsabores, para permanecer firmes mientras el otoño parece que
viene un rato y al poco se arrepiente.
“...
no quiera Dios que el hombre – la criatura erguida, el razonador,
el sabio desde su punto de vista -, no quiera Dios que se canse de
hacer el bien, que se desespere por el esfuerzo no recompensado o que
se abandone al lenguaje quejumbroso. Baste, para su fe, que toda la
creación gima en su mortal fragilidad y luche con una constancia
inconquistable: no todo será, seguramente, en vano”.
(de
“Polvo y sombra”, Robert Louis Stevenson).
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