Casi
tres meses de parada laboral, yendo y viniendo, sin nada claro. Pura
confusión e incertidumbre pero el deseo permanente de que no se
pudra el ánimo, de seguir la pelea y en los momentos de bajón, la
necesidad de buscar algo, lo que sea, para ir de nuevo para arriba.
Para seguir levantándose de la lona si te sacuden algún guantazo.
Para no pensar que ese ambiente funesto que hay por doquier no es
sino otra prueba. Agarro como siempre a
Stevenson y Vailima y dan ganas de seguir disfrutando d buen tiempo,
del verano, de que estamos vivos, de que hay que olvidarse de uno
mismo, de los fantasmas y demonios internos más pesados, los que más
incordian.
“Si
hubiere aquí alguien enfurruñado como un niño, ocúpate de él e
ilumínalo. Vierte sobre él la claridad del día, para que se vea a
sí mismo y se avergüence. Guíalo hasta el cielo, Señor, por el
único camino celestial: el olvido de sí mismo. Y que se haga la
luz sobre quienes lo rodean, a fin de que ellos lo ayuden y no
siembren su camino de obstáculos”.
(de
“Oraciones de Vailima”, Robert Louis Stevenson)
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