Días
en Madrid achicharrado, para atiborrarme de cine, rematar la trilogía
de Baroja con “Los amores tardíos”, maravillarme con ese Jack
London de “Martín Eden”, ver las exposiciones de William Blake,
Hopper o E.L. Kirchner. Me retiro un rato. Camino y voy allí y
allá. Pero los momentos en que me encuentro mejor es cuando estoy
con un libro, buscando frases o párrafos mágicos, cuando escucho
algo de música clásica o cuando de mañana voy a hacer la compra al
mercado. Son los pequeños pasadizos para salir de la confusión y
la incertidumbre, sabiendo que mi pesimismo y ansiedad no pueden
sacudirse de cualquier manera. Se puede vivir con poco, comprar
libros baratos, comer humildemente, y olvidarse del Jekyll que te
habla con la otra voz, la voz de otro yo.
“Éste
es un gato español, traído de un barco. Es tuerto y está lleno de
heridas. Es un gato aventurero; debe ser soldado de algún duque de
Alba gatuno. Yo le llamo viejo bandido; asesino de gatos pequeños.
Suele pasar tres y cuatro días fuera, no se sabe en dónde, y,
según parece, riñe con los demás gatos. Después de sus
excursiones vuelve a casa y pasa días durmiendo en una silla, cerca
del fuego, hasta que, sin duda, toma fuerza y se larga de nuevo a
seguir sus aventuras”.
(de
“Los amores tardíos”, Pío Baroja)
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