Termina
el año y rescato un poema de Stevenson, "El vagabundo".
Encontré dos traducciones durante los meses pasados, y leyéndolas,
buscando el original de Stevenson, intenté crear mi propia
traducción. Traducir es, de algún modo, fracasar estrepitosamente
ante el original, pero a mí me sirve de tatuaje, de marca en el
camino, de estos meses, de lo que es mi búsqueda. Es también un
recuerdo, y como no, la invitación constante para descubrir y
redescubrir a Stevenson, para tenerlo también siempre presente, como
a Slocum. Con este poema me despido de 2013, antes de adentrarnos en
ese banco de niebla que es el nuevo año. No nos rendimos ante el
otoño y el plan es no rendirse ante el invierno.
Dadme la vida que quiero
Y el resto os lo regalo.
Dadme la alegría del
cielo en lo alto
Y cerca el camino
apartado.
Dormir en el monte para
ver el firmamento
Comer mientras cruzo el
río -
Allí está la vida para
un hombre como yo
Siempre será esa mi
vida.
Tarde o temprano estalla
la tormenta
Que caiga sobre mí.
La tierra me rodea,
Y ante mí el camino.
Riqueza no busco, ni amor
ni esperanza,
Ni que me acompañe un
amigo.
Todo lo que busco, el
cielo en lo alto
Y a mis pies el camino.
Dejad que caiga el otoño
Allí donde me he
distraído
Callará el pájaro del
árbol
Y mis dedos quedarán
amoratados
Blanca como la harina la
campiña helada -
Cálido el refugio junto
al fuego -
No me rendiré al otoño,
¡Ni
me rendiré al invierno!
Tarde o temprano estalla
la tormenta
Que caiga sobre mí.
La tierra me rodea,
Y ante mí el camino.
Riqueza no busco, ni amor
ni esperanza,
Ni que me acompañe un
amigo.
Todo lo que busco, el
cielo en lo alto
Y a
mis pies el camino.
("El
vagabundo", Robert Louis Stevenson. Trad. Sergio Casado,
2013)
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