He
pasado buena parte del invierno poseído por el trabajo para reunir
los textos, poemas, cuentos, críticas, del desaparecido Manolo
Marinero. Es un libro que existe, allá, en un estante misterioso,
en alguna parte, un libro antología que quiere hacerse. Y
publicarse. No es mi voluntad. Es la suya. La voluntad de ese
libro que quiere ser. Está allá, en ese estante único, al que
sólo yo podré o no podré acceder. Nadie lo leyó nunca. Hay
polvo, herrumbre, pero quiere ser descubierto. Quiere que yo lo coja
y lo abra, quiere la portada de Lizano, la reivindicación de lo
desvanecido, el cine y la vida que fue, el sueño que puede ser por
un instante recuperado, antes de volver a su estante, al olvido, al
misterio.
Así,
sin darme cuenta, entré en Marzo, pensando si debo seguir
persiguiendo fantasmas, de todo tipo. Todo es un fantasma.
“Y
el cine es el resquicio de la buena gente, la rendija, el opio del
agnóstico”
(Manolo
Marinero)
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