Caminar
allí y acercarse a los árboles. Detenerse ante ellos. Caminar a
lo que fue, a lo que es y todavía existe. Ahí cerca, unas
pedaladas, o un paseo hasta el Parque Grande, orgulloso de su nombre,
José Antonio Labordeta, permanente recuerdo de la promesa de tenerle
presente, de leerle, de releerle. La búsqueda de sus poemas, de su
narrativa, de sus artículos, de su discurso, de su fantasma, del
Jardín de la Memoria, frente a la Paletonia, la ignorancia,
lo vulgar, lo que nos ha deshumanizado y nos pudre por dentro. Para
eso están los árboles, las flores que lo plagan en la primavera que
libera de la intemperie. Esa primavera que ha de ser de lucha y
resistencia. Observarlos. Los árboles. Quietos los árboles en
el Parque Grande José Antonio Labordeta.
las
voces íntimas
se
refugian en los lejanos hogares olvidados.
Todo
está como estuvo siempre
menos
tú y yo,
corazón,
cansados ya de albergar utopías."
("Quietos
los árboles", José Antonio Labordeta)
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