Intentando
con alguna pequeña lectura ser un poco menos analfabeto, sigo
avanzando con Orwell. Tras leer "Recuerdos de la guerra de
España" y "Sin blanca en París y Londres",
formidables, sigo la recomendación de mi hermano y E. me presta
"Rebelión en la granja". El libro es, sencillamente, de
los mejores que he leído nunca. Va directo al grano. No falta
nada. No sobra nada. Aterrador. Actual, como esta Europa que
vuelve a las andadas de la Hipocresía permanente. Como nuestra
"neolengua" de diga ajustes no diga recortes. No viene mal
esa lectura. Me agarro a eso y a empezar el trabajo de un nuevo
libro, sobre el poeta, crítico, cineasta, guionista, novelista,
lúcido y bebedor, Manolo Marinero. Es una antología de sus
escritos; he arrancado con fuerza, con muchas ganas, en un camino que
estaba ahí llamando, permanentemente. Cualquier cosa para espantar
a los fantasmas.
"Mientras
tanto, la vida seguía siendo dura. El invierno era tan frío como
el anterior, y la comida aún más escasa. Nuevamente fueron
reducidas todas las raciones, exceptuando las de los cerdos y las de
los perros. "Una igualdad demasiado rígida en las raciones -
explicó Squealer -, sería contraria a los principios del
Animalismo". De cualquier manera no tuvo dificultad en
demostrar a los demás que, en realidad, no estaban faltos de comida,
cualesquiera que fueran las apariencias. Ciertamente, fue necesario
hacer un reajuste de las raciones (Squealer siempre mencionaba esto
como "reajuste", nunca como "reducción"), ..."
(de
"Rebelión en la granja", George Orwell)
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