Unos
días, como un oasis, para la típica playa, vuelta a la modorra,
vuelta a los libros que había aparcados o sin terminar, a nadar en
el mar, para ver las finales de Wimbledon. Mientras, en plena
incertidumbre laboral, el futuro parece más misterioso que nunca,
pero queda apartado, o aparcado (como los libros) mientras dure el
verano, mientras el sol nos tenga tumbados y descansando. Aprovecho
para terminar la continuación de las aventuras y amores de Larrañaga
en “Las veleidades de la fortuna”. Una delicia. Un placer.
“...
El río corre con su terrible y amenazadora corriente. En la orilla
opuesta se destacan, negras y sombrías, las masas de folalje y las
torres de la catedral. Algunas luces brillan aquí y allá, los
faroles del puente se reflejan en el agua y aparecen iluminadas las
ventanas de un gran hotel.”
(de
“Las veleidades de la fortuna”, Pío Baroja).
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