Me
encuentro un poema de Caballero Bonald de marinos embarcados en un
Mar Tenebroso, como esta realidad cotidiana de una
sociedad que parece esquizofrénica, inexplicable, en la que las
voces que podían tener sentido, aquellas a las que leer o escuchar,
son faros apagados, abandonados, que cada día van desapareciendo y
nos dejan sin refugio en la tempestad. Lo tenebroso a cada
instante. Habrá que agarrarse fuerte confiando que llegue buen
tiempo, sol y podamos seguir navegando, o viviendo. La dignidad es,
mientras tanto, el único rumbo posible.
MARE
TENEBROSUM
¿Conoces
por ventura la irreparable historia
del
navegante solitario
que
una vez consumada la proeza
de
dar la vuelta al mundo en un velero, prosiguió
circunvalando
el mar incalculablemente?
Trastornado
tal vez por los conjuros de Poseidón,
surcó
sin otro afán que el del instinto
los
ignotos periplos de los vagabundos de la mar,
sólo
acaso mirándose en la cara del agua,
hasta
que al fin se extravió
justo
donde también se neutralizan mutuamente
los
puntos cardinales.
Perteneciente
con toda probabilidad
a
la casta irrestricta de los argonautas, no consintió
aceptar
otro futuro que el de esa postrera
obstinación
y
así nadie supo jamás
en
que acuático abismo
mereció
finalmente cumplir con su destino.
(Abyssus
abyssum invocat. DAVID, Salmos, XLI, 8)
(Mare
Tenebrosum, de “Manual de infractores”, J.M Caballero Bonald)
No hay comentarios:
Publicar un comentario