Semana fría, con el otoño que parece que cambia por momentos a invierno. El ánimo anda ni bien ni mal, así que no sé muy bien como definirlo. En medio de otras lecturas aparcadas, vuelvo de nuevo a Baroja, releyendo partes y páginas sueltas de “El mundo es ansí” y los “Cuentos” de la colección de Alianza Editorial. Me pilla Manuel Moreno en la relectura y hablamos de Mainer y del viaje que hicieron juntos a Itzea, epicentro barojiano mundial. Y unas horas después, la casualidad al cubo, casualidad ubicada en mis lecturas en desorden, subrayados de páginas, de fragmentos, en una búsqueda extraña y disparatada. En esta misma semana, hoy, aparece por mi rincón José Carlos Mainer. Hablamos entonces de Manuel Moreno y de Itzea, donde me dice que ha estado este verano, habla de su libro sobre Baroja que va a publicar en el 2012 que ya llega. Un rato formidable cuando me encuentro con otros barojianos, y charlamos, y nos entusiasmamos con ese extraño vínculo que hay entre nosotros, esa extraña pasión, esa manera de encontrarnos en la lectura de la obra del gran, gran Baroja, en su luz. Y vuelvo ahora a mi ejemplar de los cuentos recopilados por Alianza, y paso las páginas, intentando encontrar la cita adecuada.
“Y al comparar este recuerdo con otros de su vida de sensaciones siempre iguales, al pensar en el porvenir plano que le esperaba , penetró en su espíritu un gran deseo de huir de la monotonía de su existencia, de bajar del tren en cualquier estación de aquellas y marchar en busca de lo desconocido”.
(de “Lo desconocido”, Pío Baroja).
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