Como no, el mismo día, las dos caras, la alegría del encuentro, la comida con J & J, la luz, la charla abierta y lúcida, limpia, con Ramón Bilbao como testigo e incitador. Luego, el tipo de personaje del desánimo, de la desilusión, permanentemente oscuro; ni desea la lucha, ni los sueños, ni la pelea. Se esconde y no transmite. Y además siendo capitán de barco. De ahí, de esa gente ni se aprende, ni se saca nada en limpio. Y eso me recuerda el maravilloso párrafo que subraye y envié a D. hace unas semanas. Guerra a los que desaniman. Quizá mi párrafo favorito de lo leído este año. De “Aviraneta”, la biografía en ejemplar de Austral, naranja.
Hasta el amanecer siguió el fuego por una y otra parte. Estando a estas horas Aviraneta tomando un poco de café, se llegó hasta él un sargento y le dijo que un comandante de artillería estaba desanimando a la gente, diciendo que era temeraria la defensa. Dejó el café y con una pistola en la mano subió a la azotea.
- ¿Qué hay, muchachos? -les preguntó-. ¿Hay valor?
- Sí, señor; hasta vencer o morir.
- Cuidado con desanimarse -les dijo Aviraneta-, y si alguien habla de capitular, se le planta un tiro en la cabeza.
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