Ya
no puedo ver a Romeo subir por las escaleras de Renoir porque Romeo
ya no existe y Renoir tampoco. Ahora estoy en el exilio de mi
cine, de mis compañeros, de los clientes, de las películas, de mi
silla en la que leía. Queda lo escrito, y por eso resulta
formidable lo que Grasa y Puyó han conseguido, al crear,
literalmente, una novela, o un diario de lo que fue Félix Romeo.
Pasé ayer toda la tarde leyendo “Por qué escribo”, introducida
por los dos editores, que con su prólogo te introducen en un libro
para leer y releer, para subrayar, el libro en el que Romeo está más
presente, de todos los suyos, pues contiene continuos destellos de
los muchos Romeos. Está el Romeo de Zaragoza, puesto que el libro
es también un libro sobre la ciudad, sobre lo que fue, lo que es, lo
que pudo y lo que puede ser; está el Romeo de París o Madrid, de
Aberdeen, de la trastienda de Antígona. Y hay otros muchos Romeos
en el libro; es un libro para los que aman los libros y las
librerías, para los que desearían que su ciudad sea mejor de lo que
es, y especialmente para los que se ponen mano a la obra cada día
intentándolo.
Me
encontré textos que recordaba vagamente haber leído, quizá, muchas
veces, junto a un café, cuando aparecieron. Grasa y Puyó logran
el milagro de que lo que pocos o muchos habían leído, seguramente
olvidado, quede ahora fijado en ese libro, que estará en librerías
zaragozanas como Antígona, Cálamo o Los Portadores de Sueños, que
estará en la biblioteca de Aragón (si mantienen fondos para comprar
libros), que estará en mi casa o en otras casas, que permite crear
una cronología de vida, un dietario de vida, reflexionar sobre una
manera de vivir, uno mismo, y dentro de la ciudad que a uno le acoge.
Más allá de eso, puede abrirse por cualquier página, leerse un
párrafo, subrayar aquí o allá. Leyéndolo uno puede
entristecerse por lo desaparecido, por los lugares y las personas
como Labordeta o Algora o el propio Romeo, o disfrutar lo que todavía
existe, de los libros, de Orwell o Satrapi, de Pessoa o el propio
Romeo, de los restaurantes o cafés, de la Gran Vía madrileña, del
Bacharach o el Dumbo de Zaragoza, del pequeño infinito que aparece
recogido en “Por qué escribo”.
“La
literatura es una locura, quiero decir que es una forma de estar en
el mundo diferente, y lo diferente está cerca de la literatura”.
(de
“Se quiere otra vida” - “Por qué escribo”, Félix Romeo)
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