
“En
Santander no hallé el chalé de las vacaciones de antaño. La
ladera de la colina que sube desde las playas del Sardinero hasta el
hotel Real estaba parcelada. Allí donde en mi época, en la época
de mi infancia, no había más que cuatro o cinco chalés, se alzaban
varias decenas. En medio de todas aquellas novedades, no logré dar
con el emplazamiento del antiguo chalé.
A
lo largo de los años, fracasé una y otra vez en mi búsqueda de la
casa perdida de Santander. Sabía perfectamente en que zona de la
lujosa urbanización tenía que hallarse, pero no acertaba a
descubrir la vía de acceso”.
(de
“Adiós, luz de veranos”, Jorge Semprún)
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