
“Pocos años antes, en los días felices de su propia imbatibilidad, Tom King se habría divertido y aburrido con estos preliminares. Pero ahora permanecía sentado, fascinado, incapaz de apartar de sus ojos la visión de la juventud. Siempre surgían estos jóvenes en el boxeo, saltando a través de las cuerdas y gritando su desafío, y siempre se hundían las viejas glorias ante ellos. Trepaban hacia el éxito sobre los cuerpos de las viejas glorias. Y seguían llegando más y más jóvenes -juventud inextingible e irresistible-, y seguían expulsando a las viejas glorias e iniciando el mismo camino descendente, mientras que, tras ellos, empujándoles eternamente, estaba la eterna juventud, los nuevos recién nacidos, que crecían llenos de codicia y empujaban a sus mayores hacia las profundidades, empujados a su vez por otros recién nacidos hasta el fin de los tiempos, la juventud que impone su voluntad y nunca morirá.”
(de “Un pedazo de carne”, Jack London)
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