Cerca,
muy cerca, el libro de Whitman, que pide permanentemente acercarse a
él. Lo abres, y rápidamente surge la lectura buena, sencilla, el
hombre limpio de podredumbres. El hombre libre.
"2
de junio. Éste es el cuarto día de una oscura tormenta del
nordeste, con viento y lluvia. Anteayer fue mi cumpleaños. Acabo
de entrar en mi sexagésimo cumpleaños. Cada día de la tormenta,
protegido por chanclos y una manta impermeable, bajo regularmente
hasta el estanque y me resguardo junto al tronco del gran roble;
desde aquí escribo ahora estas líneas. Las nubes de color humo
oscuro corren en furioso silencio a lo largo del cielo; las hojas de
suave color verde penden a mi alrededor; el viento mantiene de modo
constante su ronca melodía sobre mi cabeza: es el poderoso murmullo
de la naturaleza. Sentado aquí, a solas, he estado reflexionando
sobre mi vida; relacionando acontecimientos, fechas, como eslabones
de una cadena, ni alegre ni tristemente, sino en cierto modo, hoy,
bajo el roble, con un insólito espíritu positivista.
Pero
mi gran roble..., recio, vital, verde, de cinco pies de espesor en la
base... Paso grandes ratos sentado junto a él o bajo el mismo. Y
también está cercano el tulipero, el Apolo de los bosques, esbelto
y gracioso pero fuerte y que produce la impresión de que, en su
vital belleza, podría caminar si se lo propusiera. (El otro día
tuve una especie de ensueño en que vi a mis árboles favoritos
caminando y paseándose de aquí para allá, de modo muy curioso...
Uno me susurraba, inclinándose hacia mí al pasar a mi lado:
"Hacemos todo esto, por esta vez, y de modo excepcional,
solamente para ti".)"
("Pensamientos
bajo un roble. Un sueño.", Walt Whitman)