Bitácora de Sergio Casado

sábado, 28 de diciembre de 2013

El vagabundo

Termina el año y rescato un poema de Stevenson, "El vagabundo". Encontré dos traducciones durante los meses pasados, y leyéndolas, buscando el original de Stevenson, intenté crear mi propia traducción. Traducir es, de algún modo, fracasar estrepitosamente ante el original, pero a mí me sirve de tatuaje, de marca en el camino, de estos meses, de lo que es mi búsqueda. Es también un recuerdo, y como no, la invitación constante para descubrir y redescubrir a Stevenson, para tenerlo también siempre presente, como a Slocum. Con este poema me despido de 2013, antes de adentrarnos en ese banco de niebla que es el nuevo año. No nos rendimos ante el otoño y el plan es no rendirse ante el invierno.


Dadme la vida que quiero
Y el resto os lo regalo.
Dadme la alegría del cielo en lo alto
Y cerca el camino apartado.
Dormir en el monte para ver el firmamento
Comer mientras cruzo el río -
Allí está la vida para un hombre como yo
Siempre será esa mi vida.

Tarde o temprano estalla la tormenta
Que caiga sobre mí.
La tierra me rodea,
Y ante mí el camino.
Riqueza no busco, ni amor ni esperanza,
Ni que me acompañe un amigo.
Todo lo que busco, el cielo en lo alto
Y a mis pies el camino.

Dejad que caiga el otoño
Allí donde me he distraído
Callará el pájaro del árbol
Y mis dedos quedarán amoratados
Blanca como la harina la campiña helada -
Cálido el refugio junto al fuego -
No me rendiré al otoño,
¡Ni me rendiré al invierno!

Tarde o temprano estalla la tormenta
Que caiga sobre mí.
La tierra me rodea,
Y ante mí el camino.
Riqueza no busco, ni amor ni esperanza,
Ni que me acompañe un amigo.
Todo lo que busco, el cielo en lo alto
Y a mis pies el camino.
("El vagabundo", Robert Louis Stevenson. Trad. Sergio Casado, 2013)










viernes, 13 de diciembre de 2013

Intentando con alguna pequeña lectura ser un poco menos analfabeto, sigo avanzando con Orwell. Tras leer "Recuerdos de la guerra de España" y "Sin blanca en París y Londres", formidables, sigo la recomendación de mi hermano y E. me presta "Rebelión en la granja". El libro es, sencillamente, de los mejores que he leído nunca. Va directo al grano. No falta nada. No sobra nada. Aterrador. Actual, como esta Europa que vuelve a las andadas de la Hipocresía permanente. Como nuestra "neolengua" de diga ajustes no diga recortes. No viene mal esa lectura. Me agarro a eso y a empezar el trabajo de un nuevo libro, sobre el poeta, crítico, cineasta, guionista, novelista, lúcido y bebedor, Manolo Marinero. Es una antología de sus escritos; he arrancado con fuerza, con muchas ganas, en un camino que estaba ahí llamando, permanentemente. Cualquier cosa para espantar a los fantasmas.

"Mientras tanto, la vida seguía siendo dura. El invierno era tan frío como el anterior, y la comida aún más escasa. Nuevamente fueron reducidas todas las raciones, exceptuando las de los cerdos y las de los perros. "Una igualdad demasiado rígida en las raciones - explicó Squealer -, sería contraria a los principios del Animalismo". De cualquier manera no tuvo dificultad en demostrar a los demás que, en realidad, no estaban faltos de comida, cualesquiera que fueran las apariencias. Ciertamente, fue necesario hacer un reajuste de las raciones (Squealer siempre mencionaba esto como "reajuste", nunca como "reducción"), ..."

(de "Rebelión en la granja", George Orwell) 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Leer

En Madrid pasaron muchas cosas. Estuve unos días, viendo exposiciones de Chris Killip, Meliés, Magnum First, viendo alguna película, vagabundeando, tomando algún vino y charlando con H., N., y D. Y en una librería de segunda mano, casualmente, apareció "Un pueblecito. Riofrío de Ávila". Lo leí con placer en el tren de vuelta. Una vieja edición de Austral y un libro muy curioso, del que había oído hablar gracias a Borau (gracias doblemente a D.). Algunos fragmentos son de gran altura, especialmente en el epílogo final. Volveré a este libro, releeré algunas de sus partes más de una vez. Eso es seguro.

"... Lees mucho; mas la lectura -lo dijo Montaigne, nuestro amigo, hace mucho tiempo-, la lectura entristece. Al tío Cacharro le haces decir alguna vez: "Siempre está vuestra merced encerrado; otros señores se divierten, ya asistiendo al baile, ya jugando a la calva; y así se pasa el tiempo. Yo no sé cómo vuestra merced no se aburre. Tanto leer no puede ser bueno." Tú mismo lo conoces, y experimentas los efectos de la melancolía producida por la lectura. Tanto leer no puede ser bueno. ¿Pero qué vas a hacer si no lees? ¿Qué vamos a hacer -tú, yo y otros tantos- si no leemos a filósofos, poetas, literatos, autores de todo género y catadura? Leer: ése es nuestro sino."

(de "Un pueblecito. Riofrío de Ávila", Azorín)