Bitácora de Sergio Casado

jueves, 23 de agosto de 2012


Ola de calor que no le deja a uno pensar, si ya piensa por lo general en madeja revuelta e inconsciente. Pudre el verano, a veces, o con insistencia. Escapo apenas a ratos, con películas, con libros como el más reciente de Miguel Sánchez-Ostiz y con la primera novela de Scott Fitgerald, con la reciente biografía de Mainer sobre Baroja. Algún baño en el mar, muchos picotazos de mosquitos, muchas vueltas en la cama sin conciliar el sueño, una brújula interior que anda loca. El firme deseo de que llegue ya septiembre, de cambiar la perspectiva a marchas forzadas, si yo no encuentro mi propia manera de cambiarla.


La asombrosa manera en que tú mismo te metes en callejones sin salida, o en cepos, creyendo que corres en campo abierto”.
(de “Idas y venidas”, Miguel Sánchez-Ostiz)


lunes, 13 de agosto de 2012


Lío fenomenal por el desorden que tengo, en el que no sé si ir para adelante o para atrás, si calmarme o seguir revolucionado. No sabe uno que rumbo tomar, que camino es el bueno, que consejo vale y cual no. Libros leídos aquí o allá, todos en desorden, en un sitio o en otro, papeleos variados, certificados, cartas, correspondencia desmadejada, tristezas y alegrías que difícilmente casan. Un demonio interno que me mata y no entiendo, que no me deja ver claro en una niebla espesa, que no me deja ver quien soy realmente.

Aquel hombre era un demonio.”
(de “Martín Eden”, Jack London)

miércoles, 8 de agosto de 2012


Días en Madrid achicharrado, para atiborrarme de cine, rematar la trilogía de Baroja con “Los amores tardíos”, maravillarme con ese Jack London de “Martín Eden”, ver las exposiciones de William Blake, Hopper o E.L. Kirchner. Me retiro un rato. Camino y voy allí y allá. Pero los momentos en que me encuentro mejor es cuando estoy con un libro, buscando frases o párrafos mágicos, cuando escucho algo de música clásica o cuando de mañana voy a hacer la compra al mercado. Son los pequeños pasadizos para salir de la confusión y la incertidumbre, sabiendo que mi pesimismo y ansiedad no pueden sacudirse de cualquier manera. Se puede vivir con poco, comprar libros baratos, comer humildemente, y olvidarse del Jekyll que te habla con la otra voz, la voz de otro yo.


Éste es un gato español, traído de un barco. Es tuerto y está lleno de heridas. Es un gato aventurero; debe ser soldado de algún duque de Alba gatuno. Yo le llamo viejo bandido; asesino de gatos pequeños. Suele pasar tres y cuatro días fuera, no se sabe en dónde, y, según parece, riñe con los demás gatos. Después de sus excursiones vuelve a casa y pasa días durmiendo en una silla, cerca del fuego, hasta que, sin duda, toma fuerza y se larga de nuevo a seguir sus aventuras”.
(de “Los amores tardíos”, Pío Baroja)


martes, 7 de agosto de 2012

El olvido de sí mismo


Casi tres meses de parada laboral, yendo y viniendo, sin nada claro. Pura confusión e incertidumbre pero el deseo permanente de que no se pudra el ánimo, de seguir la pelea y en los momentos de bajón, la necesidad de buscar algo, lo que sea, para ir de nuevo para arriba. Para seguir levantándose de la lona si te sacuden algún guantazo. Para no pensar que ese ambiente funesto que hay por doquier no es sino otra prueba. Agarro como siempre a Stevenson y Vailima y dan ganas de seguir disfrutando d buen tiempo, del verano, de que estamos vivos, de que hay que olvidarse de uno mismo, de los fantasmas y demonios internos más pesados, los que más incordian.


Si hubiere aquí alguien enfurruñado como un niño, ocúpate de él e ilumínalo. Vierte sobre él la claridad del día, para que se vea a sí mismo y se avergüence. Guíalo hasta el cielo, Señor, por el único camino celestial: el olvido de sí mismo. Y que se haga la luz sobre quienes lo rodean, a fin de que ellos lo ayuden y no siembren su camino de obstáculos”.
(de “Oraciones de Vailima”, Robert Louis Stevenson)