Bitácora de Sergio Casado

viernes, 13 de julio de 2012


Han pasado 62 días, si no cuento mal, desde que se acabó esa rutina que habían sido los últimos diez años para mí. Rutina la mayor parte del tiempo agradable y agradecida. Pero ya pasó y ahora voy como un pato mareado, de aquí allá, tren va y tren viene. La extraña necesidad de no quedarme quieto, como si eso fuera peligroso. No sé si estoy en lo cierto, pero en eso sigo. Y sólo paro un rato, en este mareo, para leer o escribir un rato, para recoger uno de los libros pendientes o imaginar que soy capaz de escribir algo nuevo que sea convincente para mí. Vuelvo hoy de un viaje de un día a Barcelona, paseo gótico y de Barrio Chino, con J. , con una caminata constante y fugaz que me lleva a A. y M, al barrio de Gracia, al instante de una copa que saboreas e intentas mantener en el tiempo. Pero ya pasó, ya volví, ya estoy otra vez con mis libros y mi bitácora, con mi confusión, con mi incertidumbre.

- ¡Qué raro es todo, eh! ¿Verdad que todo es rarísimo?”
(de “La hermandad de la buena suerte”, Fernando Savater)

domingo, 8 de julio de 2012


Unos días, como un oasis, para la típica playa, vuelta a la modorra, vuelta a los libros que había aparcados o sin terminar, a nadar en el mar, para ver las finales de Wimbledon. Mientras, en plena incertidumbre laboral, el futuro parece más misterioso que nunca, pero queda apartado, o aparcado (como los libros) mientras dure el verano, mientras el sol nos tenga tumbados y descansando. Aprovecho para terminar la continuación de las aventuras y amores de Larrañaga en “Las veleidades de la fortuna”. Una delicia. Un placer.

... El río corre con su terrible y amenazadora corriente. En la orilla opuesta se destacan, negras y sombrías, las masas de folalje y las torres de la catedral. Algunas luces brillan aquí y allá, los faroles del puente se reflejan en el agua y aparecen iluminadas las ventanas de un gran hotel.”
(de “Las veleidades de la fortuna”, Pío Baroja).