Bitácora de Sergio Casado

lunes, 30 de enero de 2012

Puente de San Valero, rosconero, ventolero y más que friolero. El ánimo va y viene y se trata de ir bien provisto de viejos jerseys que abriguen, bufandas de la abuela y algún pastelaco para momentos de incertidumbre. Pasó el domingo viendo el tenis, la final de Australia que duró más de cinco horas, con Djokovic y Nadal luchando y dándolo todo, en un supremo esfuerzo físico que está muy bien para el que gana y sigue en la ilusión de la victoria. El que pierde, supongo, se mete en un túnel bien negro. La moraleja, para ambos, es que hay que pelear. No queda otra. Ese túnel es el que va paralelo a ese precipicio, a ese abismo del absurdo, de como lidiar con él, un tema que da para toda una vida. Y por la tarde remato ese paseo por el absurdo que es “Patrimonio” de Philip Roth. Es la historia verdadera de las piedrecitas que caen junto a tus pasos, que caen en ese abismo, antes de irte tú, directo, a ese agujero, al olvido. Un libro formidable y desolador.

Me quedé mirándolo atentamente, como si hubiera sido la primera vez, esperando que se me presentasen los pensamientos. Pero no hubo ninguno más, excepto la recomendación que me hice de fijarlo en la memoria cuando él estuviera muerto. Quizá pudiera evitarse, así, que con el paso de los años mi padre se trocase en algo atenuado y etéreo. “Tengo que recordar con precisión”, me dije. “Tengo que recordarlo todo con precisión, para poder recrear en mi mente el padre que me creó, cuando él ya no esté.” No hay que olvidar nada.”
(de “Patrimonio”, Philip Roth)

viernes, 27 de enero de 2012

Mirando tenis estos días, esos colosos en lucha en las semifinales de Australia, metido en una rutina de invierno, leyendo desconcentrado, intentando concentrarme a base de Philip Roth, con el que sigo ahora con “Patrimonio”. Y entretanto, buscando la voluntad para trabajar con más ahínco, con esta bitácora siempre como motor de arranque. Guerra al pesimismo, a los cenizos, a los mediocres, a los que no quieren mejorar, a los que no tienen curiosidad. Guerra a la estupidez, a la codicia, a la corrupción, a la dejadez, a la derrota, al conformismo, a dejarse llevar por la corriente.

¡¡No temo a la muerte, pero siendo la vida tan corta, desperdiciarla es una infamia!!
(de “Diario de mi vida: 23 de Mayo de 1877”, Maria Bashkirtseff)

jueves, 19 de enero de 2012

Mala semana por culpa de la ineptitud, ignorancia y desidia de los típicos que no hacen bien su trabajo y al hacerlo juegan a la ruleta rusa con el tuyo. Es un país de Urdangarines, de pelotazos, de ladrones encorbatados, un país que dice “Si hay que leer paso”, si es subtitulada no entro, si hay que pensar no va conmigo. Es la borreguización, la dictadura de la ignorancia abriéndose paso a cuchilladas. Menos mal que aún puede uno buscarse un rincón en alguna parte y leer tranquilo, mientras todo va al ritmo de sálvese el que pueda.

En un rincón vi anoche “Los descendientes”, de Alexander Payne, una delicia que habla de la dificultad de vivir, de dar pelea en lo cotidiano y hoy por la mañana terminé de leer “La humillación”, una reflexión de Philip Roth también sobre esa dificultad, a veces titánica, cuando se une a la vejez, el callejón sin salida se mire como se mire. Quedamos a la espera de ver la adaptación al cine que harán Barry Levinson y Al Pacino.

         " ¿Cuánto tiempo llevas aquí sin compañía de nadie?
             Lo suficiente para sentirme más solo de lo que jamás creí que pudiera sentirme. A veces es asombroso, aquí sentado un mes tres tras otro, una estación tras otra, y pensar que todo continua sin ti. Igual que te ocurrirá cuando mueras.
             ¿Y que pasó con tus actuaciones? - le preguntó ella
              Ya no actúo. "
(de “La humillación”, Philip Roth)

domingo, 15 de enero de 2012

Está muy bien atender a los amigos, los compromisos, el trabajo que paga las lentejas, pero en medio de una semana de frío intenso acabo un tanto colapsado, con ganas de mis cosas, de escapar, como por si fuera a través de un pasadizo, de callejear solo y comprar algún libro, ver alguna película en compañía de un buen café caliente y un pastel, de pensar y repensar si seré capaz de escribir lo que quiero, de como hacerlo, de sacudirme la modorra y la pereza para trabajar, para leer con más ahínco, para ser mejor, con esta bitácora como brújula de un rumbo y que no me pidan explicar que significa. Mientras, me encuentro sin esa pepita de oro que significa encontrarse una línea o un párrafo que te comunica algo, algo indefinible. Afortunadamente, en un correo, D, amigo y barojiano, me manda una cita de “Los últimos románticos”, que me rescata e invita a seguir adelante. Veremos si soy capaz de agarrar fuerte el timón y si acierto con ese rumbo, si es que existe.

"Don Fausto casi siempre pasaba por la calle Buffon; allí hubiera ido él a vivir; el silencio de esta calle, sus casitas bajas con emparrados, los pájaros que piaban en los árboles del Jardín de las Plantas le seducían. Era una calle humilde como él, pensaba don Fausto, retirada, sin pretensiones; una calle de esas para un escrtor no comprendido o para un sabio; una calle de esas en las cuales se suele ver una casita baja con una lámina de mármol en donde se lee que allí vivió y murió el célebre historiógrafo, el ilustre naturalista o el gran filólogo."
(de “Los últimos románticos”, Pío Baroja)

Ilustración: <Pasadizo, de Ricardo Baroja>

miércoles, 11 de enero de 2012

Empezó el año a todo trapo y pasaron ya once días de enero, que se abren paso y a poco le tiran a uno al suelo. Va todo rápido y yo he empezado despistado, mareado, muy poco firme. Así que sigo con el plan de metas fáciles, lecturas breves ya que con las más exigentes no parezco centrado. Hay que mantenerse a flote como sea. Empujarse a leer, a escribir, a hacer algo, a estar atento a todo, a lo laboral, a lo que nos rodea, a los nuestros. Y en medio, unas torrijas en el café Levante con R. y M. en medio de un día luminoso de invierno, el de ayer. Y hoy, la pequeña dosis de Aldecoa, para tener la sensación de que conozco mejor lo que escribió, para aprender, aunque sea poquito a poco, porque me parece que no hay otra manera. Poco a poco, para ir tirando, para no quedarse tirado en el camino.

Sobre las siete y media caían por allí dos carcamales con aire de donjuanes viejos. Las de la timba les solían saludar cariñosamente: hola, Manolo... ¿qué tal, don Seve? Ellos, uno detrás de otro, gazmoñeaban invariablemente: “viviendo, viviendo, que no hay nada mejor” “.
(de “El loro antillano”, Ignacio Aldecoa)

jueves, 5 de enero de 2012

Arrancó el nuevo año con un tiempo suave que le lleva a uno a pensar que la primavera no queda tan lejana. La primavera llegará, la dignidad ya veremos. Nuestro nuevo ministro de economía, Luis de Guindos, dice que la banca necesita cincuenta mil millones de euros para sanearse. ¿Y los currantes? ¿Cuántos millones de euros necesitan? ¿Y los mileuristas y submileuristas? ¿Y la gente aplastada y olvidada? ¿Y la gente joven empujada a la borreguización y la desesperanza? Parece que a nadie le importa que se saneen. Lo mejor es que no piensen, que estén desactivados y atontados. La televisión pública está podrida. La prensa prostituida. La cultura minimizada e invadida por el poder del dinero. De nuevo surgen esas palabras totalmente necesarias: dignidad y resistencia. Mientras, ando un tanto despistado con la lectura, así que arranco con una tarea fácil, un ensayito de Stevenson de pocas páginas que defiende detenerse en medio de la corriente del trabajo cotidiano, del conocimiento árido y frío, de llenarse la cabeza con palabras que rápidamente olvidaremos. De vez en cuando, hay que hacer novillos.

... Pues verá, señor, como me puede llegar pronto el momento de salir al mundo, deseo observar que es lo que comúnmente hacen personas de mi situación y dónde se encuentran los abismos y espesuras más terribles del camino; así como también, qué modo de subsistencia es el que ofrece mejores condiciones. Más aún, estoy aquí, tumbado junto al agua para grabarme a fuego eso que mis maestros me enseñaron a llamar paz y satisfacción.”
(de “En defensa de los ociosos”, Robert Louis Stevenson)